XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
San Lucas 12, 54-59
Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no
interpretan entonces los signos del tiempo presente ?”. El concilio Vaticano II, con
una expresión tomada del lenguaje de Jesús mismo, designa como “signos de los
tiempos” (ib., 4) los indicios significativos de la presencia y de la acción del Espíritu
de Dios en la historia.
La advertencia que dirige Jesús a sus contemporáneos resuena fuerte y
saludable también para nosotros hoy: “Saben interpretar el aspecto del cielo y no
pueden interpretar los signos de los tiempos. ¡Generación malvada y adúltera! Pide
un signo y no se le dará otro signo que el signo de Jonás” (Mt 16, 3-4).
Jesús invita al discernimiento con respecto a las palabras y las obras que
atestiguan la llegada inminente del reino del Padre. En Jesús crucificado se da una
especie de transformación y concentración de los signos: él mismo es el „signo de
Dios‟, sobre todo en el misterio de su muerte y resurrección. Para discernir los
signos de su presencia en la historia es preciso liberarse de toda pretensión
mundana y acoger el Espíritu de Jesús que “todo lo sondea, hasta las profundidades
de Dios” (1 Co 2, 10).
Jesús hoy nos pide a nosotros que acojamos la fuerza del Espíritu Santo, para
ser sus testigos en donde cada uno de nosotros vivimos, nos movemos y somos,
para convertirnos en signos del Hijo de Dios, crucificado y resucitado (cf. 1 P 1, 19-
21). Durante el arco de toda nuestra vida, se presenta ante nosotros, la invitación a
“conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” para irnos “llenando
hasta la total plenitud de Dios” (Ef 3, 19). El secreto de este camino es el Espíritu
Santo, que nos guía “hasta la verdad completa” (Jn 16, 13).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)