XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
San Lucas 13, 1-9
Si no se arrepienten, perecerán de manera semejante ”. Hemos escuchado en
el Evangelio que en medio de aquel diálogo con sus discípulos que algunos traen la
dramática noticia de la masacre de los galileos en el Templo. El Señor sale
inmediatamente al paso de lo primero que se les puede venir a la mente: la muerte
violenta de aquellos hombres se trataría de un “castigo divino”, debido a la maldad
de sus pecados. El Señor afirma categóricamente que aquellos galileos no eran
“más pecadores que los demás galileos” por haber padecido esa muerte terrible, y
advierte a sus oyentes: “si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma
manera”.
La misma advertencia la hace por segunda vez a propósito del accidente en el
que dieciocho hombres murieron aplastados al desplomarse la torre de Siloé: “si
ustedes no se convierten, todos perecerán de la misma manera”. Así pues, a decir
del Señor, si de justicia pura se tratara, incluso aquellos que se creían buenos
merecerían igual muerte, dado que todos eran igualmente pecadores. Por tanto, la
muerte violenta sufrida por aquellos hombres no era un castigo divino.
La grave y repetida advertencia del Señor: «si ustedes no se convierten, todos
perecerán de la misma manera», es una seria invitación al cambio. Quien se
obstina en el mal camino y no se convierte al Señor de corazón camina hacia la
propia y definitiva destrucción, a la muerte eterna. Es de esta “segunda muerte”
(ver Ap 20,6.13-15; 21,8) de la que advierte el Señor. Por tanto esta exhortación
de Jesús: “ Si no se arrepienten, perecerán de manera semejante ”, es
una exhortación a la conversión del corazón y a la esperanza. Pidamos a María, la
gracia de una conversión profunda, de modo que podamos morir para vivir, perder
para ganar, entregar para obtener.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)