“El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
Lc 10, 1-9
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL ESCRIBA DE LA MANSEDUMBRE DE CRISTO
Una mirada de conjunto a la obra lucana (evangelio y Hechos de los apóstoles) nos
pone al tanto de algunas características fundamentales del tercer evangelista, sobre
las que interesa centrar nuestra meditación.
Dante caracteriza a Lucas como “el escriba de la mansedumbre de Cristo”. En
efecto, toda su obra converge en torno a este mensaje, que puede ser considerado
como el “Evangelio dentro de su evangelio”. Esa es la Buena Noticia , la única
verdadera y la única buena, y Lucas siente el deber de transmitirla a toda la
humanidad, y al servicio de la misma pone toda su minuciosidad de historiador, su
arte literario, su fe de discípulo. Pero Lucas se nos presenta también como el
teólogo de la dimensión misionera: así como Jesús puede ser definido como el
misionero del Padre (véase su evangelio), así la Iglesia es también esencialmente
misionera, porque participa de la dimensión misionera de Jesús (véanse los Hechos
de los apóstoles). El carácter unitario de la obra lucana puede deducirse asimismo
de esta plena correspondencia entre la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.
Desde esta perspectiva, toda opción y toda actividad misionera debe ser concebida
por nosotros como signo sacramental de la misión que Jesús recibió del Padre.
Por último, la presencia de Lucas al lado de Pablo nos lleva de nuevo a la necesidad
de que todo verdadero cristiano sea no sólo receptor del consuelo que se desprende
del Evangelio, sino también portador de ese don de la consolación que es fruto del
Espíritu Santo, el consolador divino.
ORACION
(...) Desde antiguo ardo en deseos de meditar tu ley y «confesarte en ella mi ciencia
y mi impericia, las primicias de tu iluminación y las reliquias de mis tinieblas), hasta
que la flaqueza sea devorada por la fortaleza. E...]
Tus Escrituras sean mis castas delicias: ni yo me engañe en ellas ni con ellas
engañe a otros. Atiende, Señor, y ten compasión; Señor, Dios mío, luz de los ciegos
y fortaleza de los débiles y luego luz de los que ven y fortaleza de los fuertes,
atiende a mi alma, que dama desde lo profundo, y óyela. Porque si no estuvieren
aún en lo profundo de tus oídos, ¿adónde iríamos, adónde clamaríamos? [...]
[...] Dame espacio para meditar en los entresijos de tu ley y no quieras cerrarla
contra los que pulsan, pues no en vano quisiste que se escribiesen los oscuros
secretos de tantas páginas. O es que estos bosques no tienen sus ciervos, que en
ellos se alberguen, y recojan, y paseen, y pasten, y descansen, y rumien? ¡Oh
Señor!, perfeccióname y revélamelos. Ved que tu voz es mi gozo; tu voz sobre toda
afluencia de deleites. Dame lo que amo, por ya amo, y este es don tuyo. No
abandones tus dones ni desprecies a tu hierba sedienta. (San Agustín Hipona,
Confesiones, XI, 2,2 ss)