XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Segunda Lectura: Rom 10, 9-18
Hay dos hechos muy relevantes en la vida y misión de la Iglesia:
1º.) La celebración del día mundial de las misiones , que nos recuerda, que
la Iglesia existe para “evangelizar, es su dicha y su vocacin propia, su identidad
más profunda Cfr. EN 14). E mandato misionero sigue siendo una prioridad
absoluta para todos los bautizados, llamados a ser “siervos y apstoles de Cristo
Jesús” . Ser cristiano es ser misionero. No se es cristiano si no se es misionero. El
anuncio es un deber de la Iglesia y del cristiano. El anuncio respetuoso y pacífico no
es proselitismo.
2º.) El lunes pasado Benedicto XVI instituyó el Año de la fe con la Carta
Apostólica Porta Fide en forma de Motu proprio que va del el 11 de octubre de 2012
(50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II) y acabará el 24 de
noviembre de 2013, solemnidad de Cristo, Rey del Universo. El Ao de la Fe “es
unainvitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del
mundo”.
Estos dos hechos: evangelizar para suscitar la fe o despertarla o hacerla
crecer, y el año de la fe son iluminados por la Palabra de Dios de este Domingo. El
tema que propongo hoy, en el contexto de estas celebraciones, es la afirmación de
san Pablo en la segunda Lectura: “La fe viene de la predicacin y la predicacin
consiste en anunciar la palabra de Cristo”. Esta ley enunciada un día por San Pablo
conserva hoy todo su vigor.
“El tedio que provocan hoy tantos discursos vacíos, y la actualidad de muchas
otras formas de comunicación, no deben sin embargo disminuir el valor permanente
de la palabra, ni hacer prender la confianza en ella. La palabra permanece siempre
actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios (70). Por esto
conserva también su actualidad el axioma de San Pablo: “la fe viene de la
audicin”, es decir, es la Palabra oída la que invita a creer” (EN 42).
En efecto, “Cristo llev a cabo esta proclamación del reino de Dios, mediante
la predicación infatigable de una palabra, de la que se dirá que no admite parangón
con ninguna otra: „¿Qué es esto? Una doctrina nueva y revestida de autoridad‟ (Mc
1, 27); „Todos le aprobaron, maravillados de las palabras llenas de gracia, que
salían de su boca...‟ ( Lc 4, 22); „Jamás hombre alguno habl como éste‟ ( Jn 7, 46).
Sus palabras desvelan el secreto de Dios, su designio y su promesa, y por eso
cambian el corazn del hombre y su destino” (EN 11).
Así, todo discípulo de Jesús, por el hecho de ser seguir del Maestro, está
llamado a suscitar la fe por la predicación, a través de su vida íntima con Jesús: en
la vida de oración, en la escucha de la Palabra y de las enseñanzas de los
Apóstoles, la caridad fraterna vivida; de tal modo que cada creyente, se convierte
en testimonio, provocando la admiración y la conversión de los que viven en su
entorno; y así, cada uno se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva. Es así
como la Iglesia recibe la misión de evangelizar y como la actividad de cada
miembro constituye algo importante para el conjunto (Cfr. EN 15, 4).
Benedicto XVI en la Carta Apostólica Porta Fide con la que ha instituido el Año
de la fe , en el n. 6, dice que la renovacin de la Iglesia pasa “a través del
testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el
mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra
de verdad que el Seor Jesús nos dej”.
Continúa el Papa diciendo el no. 7 que “…hoy es necesario un compromiso
eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la
alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El
compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento
cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se
vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia
de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y
permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los
que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus
discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo» (De
utilitate credendi , 1, 2).
La fe sólo crece y se fortalece creyendo y compartiendo lo que se cree. Así el
testimonio de vida de los creyentes será cada vez más creíble. Redescubrir los
contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada (Cf. Juan Pablo II, Const.
ap. Fidei depositum ) , y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un
compromiso que todo creyente debe de hacer propio. (Cf. Ibidem 9).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)