XXX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Lucas 13, 18-21
“Creció la semilla y se convirtió en un arbusto”. En la página evangélica que la
liturgia nos propone, Jesús compara el reino de los cielos con un grano de mostaza,
una de las semillas más pequeñas que, en cambio, cuando crece, se convierte en
un lozano arbusto.
El Señor Jesús ha utilizado muchas veces en sus parábolas la imagen de la
semilla, porque expresa bien muchos aspectos del dinamismo del reino de los
cielos: se desarrolla por su propia fuerza; tiene que morir antes en la tierra para
poder brotar y fructificar; al principio es invisible y oculta, pero luego se manifiesta
en la bondad y belleza de sus frutos.
También nosotros, hermanos y hermanas, hemos de convertirnos en semilla
que, oculta en la tierra, es decir, en la humildad y en la obediencia a la voluntad
divina, brota y produce frutos abundantes de amor y vida eterna.
La semilla está destinada „a dar fruto‟, por su propia virtualidad interior, sin
duda alguna, pero el fruto depende también de la tierra en la que cae (cf. Mt 13,
19-23), es decir, de la respuesta de cada uno de nosotros, y todos los días en
nuestra vida diaria, pública u oculta.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)