XXX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lucas 14, 1. 7-11
El que se engrandece a sí mismo será humillado; y el que se humilla será
engrandecido ”. El Señor tiene una intención muy clara cuando contrapone la
oración del fariseo a la del publicano: educar a quienes se tenían por justos y
despreciaban a los demás. Esta actitud la conocemos con el nombre de soberbia .
Sí, hay en cada uno de nosotros una profunda raíz de soberbia, raíz que
debemos arrancar. Y no hay otro modo de vencer la soberbia sino ejercitándonos
en la virtud contraria: la humildad .
La humildad es andar en verdad, es reconocer nuestra pequeñez ante Dios,
nuestra absoluta dependencia de Él. La humildad es reconocerme pecador ante
Dios, necesitado de su misericordia, de su perdón y de su gracia. En cuanto al
prójimo, es no creerme más, ni mejor, ni superior a nadie.
San Juan Crisóstomo: «Aunque hagas multitud de cosas bien hechas, si crees
que puedes presumir de ello perderás el fruto de tu oración. Por el contrario, aun
cuando lleves en tu conciencia el peso de mil culpas, si te crees el más pequeño de
todos, alcanzarás mucha confianza en Dios. Por lo que señala la causa de su
sentencia cuando añade ( Sal 50,19): “Porque todo el que se ensalza será humillado
y el que se humilla, será ensalzado”».
Cristo es el modelo de humildad, y María, la mujer humilde. Que Ella nos
ayude a seguir al Señor que dijo: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de
corazón” ( Mt 11,29).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)