Encuentros con la Palabra
Domingo XXX Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 34-40)
“¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley?”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
En la manija interior de la puerta de mi cuarto, hay una tirita de papel, colgada de
un trozo de lana roja, que tiene escritas dos frases. Por un lado dice “Ama al
Seor tu Dios con todo tu corazn, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y por el
otro dice: “Ama a tu prjimo como a ti mismo”. Ya está un poco deteriorada, pero
me ha acompañado por los lugares donde he vivido en los últimos años.
Recordando la sugerencia del libro del Deuteronomio que decía: “Lleva estos
mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos
también en los postes y en las puertas de tu casa” (Dt. 6, 8-9), le propuse, hace
algunos años, a los niños y niñas de Mejorada del Campo, una pequeña población
a las afueras de Madrid, España, que ataran estos lazos de lana con la tirita de
papel en sus muñecas y que luego la colocaran en las puertas de sus cuartos. Los
niños salieron felices de la misa con sus pulseras de lana y, estoy seguro que
compartieron con sus familias lo que habían descubierto en la Eucaristía ese día.
El sentido del compartir dominical con estos niños y niñas, que asisten todavía hoy
a la Eucaristía dominical, era que se trataba de dos leyes inseparables. Como la
cara y el sello de una moneda. Es imposible separarlas. Si llevas una, tienes que
llevar la otra; pues, “si alguno dice: Yo amo a Dios, y al mismo tiempo odia a su
hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve,
tampoco puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn. 4, 20).
Cuando los fariseos le preguntan a Jesús, “para tenderle una trampa”, “¿cuál es el
mandamiento más importante de la ley?”, no se imaginaban que Jesús les iba a
dar un compendio de “toda la ley y de las enseanzas de los profetas”. Para Jesús
estos dos mandamientos son muy “parecidos”... No son dos, sino uno mismo.
Siempre que cierro la puerta de mi cuarto, por las noches, antes de descansar,
reviso el día que ha pasado y me detengo en estos dos mandamientos,
inseparables, que nos recuerda Jesús en el Evangelio de este domingo.
Revisarnos sobre el amor a Dios y al prójimo supone dos dinámicas simultáneas
que no podemos nunca dividir, tal como lo expresa Benjamín González Buelta,
S.J. en uno de sus poemas:
“Soy la misma relacin en todo encuentro.
Si en verdad soy contigo fuego,
con sólo abrir los ojos y dar un paso
no seré con el hermano hielo”.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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