“Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma
manera”.
Lc 13, 1-9:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL ESPÍRITU DE DIOS, EN EFECTO, NO PERMANECE INACTIVO EN NOSOTROS.
No acabaremos nunca de leer el capítulo 8 de la Carta a los Romanos... En ella oímos
resonar palabras verdaderas, capaces de dar razón del mal que hay en nosotros, pero,
sobre todo, de abrimos a la esperanza en virtud de la maravillosa realidad de nuestra
liberación del pecado llevada a cabo por medio de Cristo Jesús. Nosotros estamos ahora
bajo el señorío del Espíritu y se nos pide que vivamos según esta nueva modalidad. El
Espíritu de Dios, en efecto, no permanece inactivo en nosotros. Somos nosotros quienes,
distraídos y superficiales, nos dejamos distraer de la realidad de su presencia, fuente de
paz, manantial de alegría, luz que proporciona una sensibilidad nueva para las palabras y
los caminos de Dios.
El Espíritu pone en marcha una fuerza irresistible y suave que nos guía a la verdad
completa y nos libera de los vínculos de la «carne». Ponemos cada vez más bajo el suave
yugo del Espíritu es el camino de conversión al que estamos llamados. Nos lo recuerda
también el fragmento evangélico en el que Jesús nos invita a reflexionar sobre algunos
acontecimientos dramáticos. Todo debería impulsamos a alcanzar la linfa buena del Espíritu
que nos permita dar frutos buenos para nosotros y para los hermanos. Nadie, sin embargo,
puede sustituimos en la aceptación de las invitaciones que, continuamente, se nos dirigen
para que nos adentremos en alta mar y nos dejemos conducir por el soplo del Espíritu en el
gran mar de la libertad y del amor .
ORACION
“Si no os convertís, también vosotros pereceréis del mismo modo”.
Si la historia humana en su locura homicida que te mata ve sólo un pueblo, la historia divina
ve en ese pueblo a todos nosotros. Oh Señor, haz que no pensemos nunca: «Yo soy mejor
que los otros».
Si la historia humana encuentra pocos responsables para el dolor del mundo, para las
persecuciones de tantos inocentes, para las penurias de muchos hambrientos, para el
horror del odio que reina en diferentes frentes de la tierra, la historia divina nos encuentra
en esos pocos a todos nosotros. Oh Señor, haz que no digamos nunca: “Estamos en
nuestro sitio”.
Si la historia humana considera que unos pocos malvados son causa de una sonrisa
perdida y nunca vista, de una paz sólo soñada a causa de miedos infinitos, de una
esperanza truncada por la droga mortífera, de niñas destruidas por la trata inhumana, de
vidas radiantes marcadas por la muerte de guerras sin fin, la historia divina reconoce en
esos malvados a todos nosotros. Oh Señor, haz que nos convirtamos, para ser testigos
tuyos en un mundo que se siente fatigado de amar.