DÍA del DOMUND 2011
XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
“Así os envío yo”
En la Jornada Mundial de la Propagación de la Fe (Domund) de este año 2011
vuelve a resonar en nuestros oídos y en nuestro corazón la voz amiga que
escucharon los discípulos de la primera hora de labios del Resucitado en la tarde de
Pascua: “Como el Padre me envi, así os envío yo”. (Jn 20,21).
“…Así os envío yo ”. Porque se trata de prolongar la misma misin, la que tiene su
origen en las entrañas de Dios Padre, que envió a su Hijo, ungido por el Espíritu,
para hacer partícipes a los hombres de la vida, del amor, de la salvación llevada a
cabo por Jesús en su muerte y resurrección.
La Iglesia “ es por su propia naturaleza misionera. Tiene su origen en la misión del
Hijo y la misión del Espíritu Santo, según el plan de Dios Padre ”. (Ad gentes 2).
Evangelizar es “ la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda.
Existe para evangelizar”. (Pablo VI. Evangelii nuntiandi, 14). Toda la Iglesia, en
todos sus miembros es, pues, la heredera de ese envío, la destinataria de ese
encargo del que ninguno de los bautizados podemos sustraernos: "Cristo resucitado
nos convoca de nuevo, como en el Cenáculo, donde 'al atardecer del día primero de
la semana' (Jn.20 ,19) se presentó a los suyos para 'exhalar' sobre ellos el don
vivificante del Espíritu e iniciarlos en la gran aventura de la evangelización". (NMI
56).
Seguimos en el mismo surco abierto por Cristo, con el impulso de Pentecostés, con
entusiasmo renovado para testimoniar su amor, mirando hacia delante con
profundo respeto a la libertad de cada hombre, fijos los ojos en Jesús, cuyo anuncio
es gracia, cuya acogida es salvación para toda la humanidad.
“Es el servicio más valioso que la Iglesia puede prestar a la humanidad y a toda
persona que busca las razones profundas para vivir en plenitud la existencia” nos
dice Benedicto XVI en su Mensaje para esta Jornada.
Tomar conciencia de este encargo nos ayudará no sólo a vivir con más intensidad la
urgencia de llevar el Evangelio a aquellos lugares en que todavía no ha sido
proclamado, sino también a los países de antigua cristiandad “ que , como dice el
Papa, habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y
no se reconocen ya en la Iglesia ”. A esta llamada responde el Plan Pastoral que, en
estos días, se presenta en nuestras parroquias y arciprestazgos de Albacete.
Cada año, en el día del Domund, no podemos dejar de recordar a los misioneros y
misioneras, en general, y a nuestros misioneros y misioneras de Albacete, en
particular. Ellos entregan su vida para la salvación de otras vidas. En sus manos, el
anuncio del Evangelio ha cuajado en miles de obras sociales: en comedores,
hospitales y escuelas, en medicinas para el cuerpo y en consuelo para el espíritu.
En los arrabales del mundo, con escaso equipaje, con mucho amor y una
inabarcable esperanza, los misioneros son forjadores de un mundo nuevo y mejor.
La Buena Nueva que llevan en sus manos y en su corazón abarca al hombre entero
en sus necesidades materiales y espirituales. Hace años, frente algunos escándalos
sórdidos y siempre lamentables, alardeados con profusión por los medios de
comunicacin, decía un articulista que “s i los periódicos dedicasen la misma
atención a la epopeya anónima y cotidiana de los misioneros…, no quedaría papel
en el mundo. (J M Prada. ABC, 26,3, 2001) .
Esta epopeya hermosa, que dignifica a la humanidad y la surca con rasgos en los
que se adivina la presencia del Reino de Dios, tiene que seguir con el impulso de
nuevas vocaciones misioneras y con el aliento y la ayuda de nuestras comunidades
cristianas. Aunque no todos estemos en la vanguardia de los frentes de la misión,
todos podemos secundar el mandado de Cristo a todos dirigido y que a todos nos
concierne. El Papa, en el mensaje que vengo citando, lo dice con una rotundidad
inusitada : "La misión universal implica a todos, todo y siempre”. Un cristiano que
no siente la inquietud misionera es que no ha conocido a Cristo. Todos los que se
han encontrado con Jesús resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a
otros, como hicieron discípulos de Emaús. La solicitud por los misioneros, la
ocupación y preocupación por las misiones de allá, rejuvenece a nuestra Iglesia, la
vigoriza y la renueva en su impulso evangelizador acá.
El “ así os envío yo ” resuena en el “ podéis ir en paz ” del final de cada Eucaristía.
Este envío ha de resonar cada domingo en nuestro corazón y en nuestra mente con
tanta fuerza que nos implique en la misión evangelizadora. Quienes nos hemos
encontrado con Jesús al partir el pan hemos de correr hacia nuestros hermanos
para llevarles el gran anuncio: “¡Hemos visto al Seor!”. (cf. NMI 59)
Que Santa María, estrella de la evangelización, nos conceda el don de la
perseverancia en la tarea misionera.