“la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en
un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas”.
Lc 13, 18-21
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
REINO DE DIOS
También entre las dos lecturas de la liturgia de la Palabra de hoy parece que podemos
entrever una no débil analogía. En efecto, por una parte, Pablo abre la vida cristiana a la
perspectiva de un futuro que será la plena manifestación del don de Dios: a esto nos
sentimos llamados y orientados por el don de la esperanza que nos sostiene a lo largo del
camino, aunque esta perspectiva no elimina el dolor de la peregrinación terrena. Por otra
parte, con las parábolas del grano de mostaza y de la levadura, Jesús nos deja entrever
que el Reino de Dios anunciado e inaugurado por él tendrá un crecimiento y unos
desarrollos inauditos, humanamente imprevisibles, pero, a buen seguro, realizables.
Nos parece entrever una gran lección de vida en este horizonte, un horizonte abierto a todo
creyente por la fe en Cristo. Es la lección que se desprende de esa pequeña aunque selecta
semilla que es la esperanza, «la más pequeña pero la más preciosa de todas las virtudes»,
que diría Charles Péguy. La segunda virtud teologal, que está estrechamente emparentada
con la fe y es preludio de la caridad, es capaz, en efecto, de lanzar puentes invisibles, pero
reales, entre este presente histórico y el futuro escatológico, entre la experiencia que
consumamos «en este valle de lágrimas» y el don que nos está asegurado en la patria
celestial, entre las luchas que debemos sostener aquí abajo y la «corona de gloria» que nos
espera allá arriba. Desde esta perspectiva, debemos reflexionar también sobre el
significado exacto de la expresión «Reino de Dios», con la que son introducidas las dos
parábolas evangélicas. Ese Reino ha sido inaugurado por la presencia, por la palabra y por
las acciones de Jesús, pero se realizará plenamente cuando el mismo Hijo entregue todo y
a todos a Dios, su Padre. Por consiguiente, la indicada con la expresión «Reino de Dios» es
una realidad escatológica. Sólo Jesús puede decir que es un anticipo auténtico y una
realización personal de la misma. Todo lo demás es sólo indicio y figura. Lo dice también
con claridad el Concilio Vaticano II cuando afirma, en la constitución dogmática sobre la
Iglesia, que «la Iglesia es germen e inicio del Reino de Dios» (Lumen Gentium 5).
ORACION
Oh Señor, sembrar —y esto es algo que nos enseña la experiencia— requiere atención
para que el terreno sea fértil, vigilancia para que las malas hierbas no ahoguen la semilla,
paciencia porque el desenlace no es seguro hasta la cosecha. Hacer fermentar la masa
también es un trabajo comprometedor, pleno de delicadeza y de cuidados para que, por
medio del calor propicio y el tiempo necesario, aumente el volumen de la masa y no quede
sin fermentar. Lo mismo supone trabajar por ti y por las almas.
Ahora bien, tu mandato, oh Señor, es mucho más radical: es preciso que nos convirtamos
en semilla y en levadura. Y esto es algo que me hace temblar, porque debo hacer la parte
que me corresponde, pero requiere, sobre todo, entrega total, transformación profunda y
muerte para dar comienzo a nuevas vidas.
Oh Señor, dame coraje para no desertar, dame fuerza para perseverar, dame celo para
hacer florecer tu amor en esa parte del mundo en la que no ha fermentado la levadura.
Señor, dame esperanza para entrever tu gloria junto con mis hermanos y hermanas.