Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte.”
San Lucas 13, 31-35:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¡QUÉ ALEGRÍA SABER QUE DIOS ESTÁ A NUESTRO FAVOR!
Se ha puesto a nuestro favor de una manera tan decidida que nos ha dado a su Hijo único;
por eso, con san Pablo, podemos cantar un himno vigoroso a este amor del que nada
podrá separarnos jamás. El apóstol enumera una lista de fuerzas hostiles a nuestra unión
con Cristo, para afirmar que no son capaces de alejamos de él. Ahora bien, ¿es verdad
que no hay ninguna situación que nos impida la unión con Cristo? En realidad, es preciso
admitir que no lo conseguirán nunca las cosas exteriores, pero si hay alguien que nos
puede alejar de Jesús: nosotros mismos. Dios, en Cristo, ha optado por estar siempre con
nosotros, pero nosotros somos libres y, con frecuencia, no queremos estar con él. El
evangelio nos habla de gente que dice a Jesús: ((Vete)>. Jerusalén no acogió a su
Salvador.
El rechazo puede asumir en nosotros muchas formas y grados diferentes, porque se trata
de responder con amor al amor que se nos ofrece, y nosotros vacilamos a menudo entre el
sí y el no, calculamos en vez de acoger gratuitamente el don y gozar de él. Tal vez
estemos tan habituados a nuestras tristezas, a nuestras pequeñas medidas, que nos da
miedo la gran alegría de Dios. En vez de dejarnos inundar por la luz del amor ponemos
una pantalla que intenta reducirlo a nuestro alcance. Meditemos a fondo sobre este
hermoso texto, repitámonos que Dios está a nuestro favor, que somos «más que
vencedores, en virtud de aquel que nos ha amado», y que nada nos podrá separar del
amor de Cristo. Así también cambiará nuestro rostro: mirándole nos volveremos radiantes
y también llegará la luz a nuestros hermanos, les llegará el amor.
ORACION
Señor Jesús, ni Pedro ni Herodes consiguieron disuadirte de cumplir tu misión según la
voluntad del Padre:
Haz que tampoco yo me deje hipnotizar nunca por los muchos títulos y por el tentador.
Señor Jesús, tú dijiste siempre sí y sin demora cada vez que el Padre te lo pedía: haz que
yo también sea capaz de vivir el presente con empeño y responsabilidad, porque «nada es
seguro mañana».
Señor Jesús, viviste intensamente el espacio temporal de tus treinta y tres años: haz que
también yo valore bien el tiempo que, de manera inexorable, huye llevándose consigo
estaciones y años.
Oh Señor, lo hiciste todo extraordinariamente bien:
Encuentros, diálogos y curaciones: haz que también yo sepa rechazar una vida cotidiana
monótona y trivial, para no malgastar mi vida con sueños que no duran más de un día.
Señor Jesús, tú lanzaste un grito acongojado sobre Jerusalén, reacia a tus invitaciones y a
tus amenazas:
Haz que también yo responda seriamente a tu llamada dando sabor de eternidad a mi
vida.