Viernes 28 de Octubre de 2011
San Simón y Judas apóstoles
Efesios 2,19-22
Hermanos: Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de
los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de
los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el
edificio queda ensamblado, y se ha levantado hasta formar un templo consagrado
al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser
morada de Dios, por el Espíritu.
Salmo responsorial: 18
R/A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios, / el firmamento pregona la obra de sus
manos: / el día al día le pasa el mensaje, / la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien, / sin que resuene su voz, / a toda la
tierra alcanza su pregón / y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Lucas 6,12-19
En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a
Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los
nombró apóstoles: Simón, al que se puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano,
Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado
el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del
monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de
pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por
espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía
de él una fuerza que los curaba a todos.
COMENTARIOS
La elección de los Doce no se hace a la ligera, sino que viene precedida de
una prolongada oración de Jesús, dialogando con Dios sobre cuál sería la respuesta
más en consonancia con el rechazo de que había sido objeto por parte de los
dirigentes de Israel: «Por aquel entonces salió Jesús, fue al monte a orar y se pasó
la noche orando a Dios» (6,12).
Literalmente se habla de una salida/éxodo de Jesús en dirección al monte, y
se subraya la oración ininterrumpida que elevó a Dios en aquel lugar. Lucas hace
referencia a la oración de Jesús en los momentos más decisivos de su vida.
La «noche» es indicio de la perplejidad que lo invade; el «monte», hacia el cual
ha «salido» Él solo (desde allí convocará a los discípulos), expresa en términos
figurados el lugar/estado anímico más adecuado para un encuentro con Dios,
mientras que la «oración» es medio de clarificación, a fin de que Dios dé luz verde
al cambio de planes que se ve obligado a introducir.
«Cuando se hizo de día», indicio de que la oración ha obtenido resultados
positivos -no se pueden tomar decisiones mientras a uno lo envuelve la tiniebla-
, «llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles» (6,13). La
correlación «noche/día» no se ha de interpretar necesariamente de una noche/día
puntuales: podría muy bien hacer referencia a un periodo de tiempo más o menos
largo, durante el cual Jesús quedó sumido en la más profunda perplejidad al
sentirse rechazado por sus connacionales.
La elección de los «doce» tiene como función dar una nueva configuración al
grupo de discípulos israelitas (6, 13b): «Llamó a sus discípulos y eligió a doce de
ellos», es decir, los escogió entre los miembros del grupo israelita, el más ortodoxo,
para que representaran el nuevo Israel. Jesús, sin embargo, pretende desde un
principio que el rasgo distintivo y más específico del nuevo grupo sea la
misión: «los nombró apóstoles», es decir, «enviados» o «misioneros» (6, 13c). No
quiere crear un grupo cerrado sobre sí mismo, al estilo de las comunidades
bautistas, esenias o fariseas (cf. 5,33-35), sino un grupo abierto que invite a todos
a formar parte de Él.
Con la elección del nuevo Israel, Jesús da por definitivamente caducado el
antiguo Israel. Los doce nombres propios están todos unidos por la conjunción «y»,
sin establecer ninguna jerarquía ni grupúsculo en el interior del grupo. Hay dos
«Simones»: uno, «al que Jesús dio el nombre de Pedro» por su proverbial
terquedad en la defensa de las propias opiniones («Kepha», arameo; «Petros»,
griego; «Piedra», castellano; diverso de «So'ar», arameo; «Petra», griego; «Roca»,
castellano), y otro, «el llamado Fanático» («Kananaios», Mc 3,18; Mt 10,2, arameo;
«zelotes», griego), simpatizante del movimiento de resistencia judía contra los
romanos; igualmente, hay dos «Judas»: «el de Santiago» y «el Iscariote, que llegó
a ser un traidor». La homonimia relaciona íntimamente estas dos parejas: la
presencia de dos «Judas» en la lista lucana anticipa que no todo el judaísmo (por
derivación de «Judas») «traicionará» al Mesías. Además, el primero y el último de
la lista engloban a todos los demás: las negaciones de «Pedro» y la traición de
«Judas» afectarán de una u otra manera a todo el grupo. En la presentación del
nuevo Israel, Lucas deja ya entrever que éste resultará un fracaso.
Jesús no los hizo pasar por el cedazo al llamarlos (léase noviciado, tiempo de
prueba, etc.), ni ha escogido de entre ellos a los más religiosos y sumisos. Aquí hay
de todo, como representación que son de la sociedad israelita. No los ha escogido
en calidad de doce lideres de la nueva comunidad, sino para que proclamen con su
comportamiento la alternativa de sociedad que quiere proponer a Israel, primero, y,
por extensión, a toda la humanidad. No les da -ni les dará jamás- regla alguna: Los
escoge para enviarlos a proclamar la buena noticia que hasta ahora encarnaba él
solo. Cuando los Once voten a Matías como duodécimo miembro del colegio
apostólico, sin contar con el discernimiento que les habría deparado el Espíritu (si
hubiesen esperado la fiesta inminente de Pentecostés, no lo habrían hecho),
restaurarán la materialidad del grupo truncada por la defección de Judas (Hch 1,15-
26), pero este nuevo Israel de imitación no secundará el empuje del Espíritu Santo
a predicar la buena noticia por todo el mundo y se encerrará en el pueblo judío. La
apertura al paganismo la encauzará Pedro mucho más tarde, no sin resistirse antes,
con todas sus fuerzas, en representación de los «apóstoles».
La secuencia original del texto subraya el paso de la esfera divina, «el
monte», al plano del hombre: «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió
a doce de ellos y los nombró apóstoles - ... -, bajó con ellos y se detuvo en un
llano, con gran número de discípulos suyos» (6,13-17a) . Estos últimos,
contradistintos de los de origen israelita (v. 13), representan el sector no israelita
de los seguidores de Jesús.
Acto seguido Lucas presenta el auditorio: «Una gran muchedumbre del
pueblo, procedente de todo el país judío, incluida Jerusalén, y de la costa de Tiro y
Sidón, que habían ido a oírlo y a quedar sanos de sus enfermedades, y también los
atormentados por espíritus inmundos, se curaban; y toda la multitud trataba de
tocarlo, porque salía de él una fuerza que los sanaba a todos» (6, 17b-
19). También el auditorio es compuesto: están presentes en él tanto las tribus
establecidas en la tierra prometida como las que viven en la diáspora (representada
por «Tiro y Sidón»).
Las multitudes habían acudido con una doble intención: oír al Maestro de
Israel y hacerse curar de sus males.
Antes de hablarles, Jesús, con la «fuerza» del Espíritu, les restituye la
integridad humana. Mezclados con ellas, están los poseídos por «espíritus
inmundos», los fanatizados por una ideología que se ha posesionado de ellos y les
ha arrebatado la capacidad de pensar y actuar como hombres libres: son los que
actúan por consignas -como los que con un mando a distancia explosionan un
coche bomba-, sin preocuparse para nada de si los demás son personas; éstos no
compartían ninguna de las dos intenciones señaladas; más bien habían venido a ver
si podían aprovecharse de la presencia masiva de Israel para pronunciarse contra
los romanos. Jesús los libera de sus ideologías destructoras.
Enfermos física y psíquicamente continúa habiendo, tantos o más que en los
tiempos de Jesús.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de Fundación ÉPSILON)