Ciclo A. XXXI Domingo del Tiempo Ordinario A
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos:
Para Jesús nadie hay que sea más que otro, es lo que nos dice el evangelio de hoy
(Mt 23, 1-12). Y es bueno que lo tengamos en cuenta para actuar en consecuencia.
Para no dejarnos llevar por el materialismo que prioriza el tener (plata, fama,
poder…) sobre el ser, que nos constituye en personas. En razón del ser, todos
somos iguales. Iguales como seres humanos e iguales como cristianos. Nadie hay
que sea más ser humano que otro ni más cristiano que otro. El hombre más hecho
no es más hombre que el recién nacido o el recién concebido. El cristiano más
connotado (el Papa) no es más cristiano que el recién bautizado o que tu y yo. Nos
diferencian las circunstancias biológicas, sociales, culturales, etc.; los trabajos y las
funciones que realizamos. Pero nada de todo esto debiera estar ni ser considerado
por encima del “ser persona” o “ser cristiano”.
Nada debiera impedir que demos prioridad a una sociedad de personas, en la que
no haya diferencia de ciudadanos. Y en la que todo conduzca a hacerlos de verdad
iguales ante la ley. A una comunidad de seguidores de Jesucristo, en la que no
haya diferencia de cristianos. Y en la que todo conduzca a hacerlos de verdad
iguales ante el evangelio. Ser maestro o padre o consejero, por poner los casos que
en el evangelio pone Jesús, no debiera servir para darse más importancia y tener
más poder sobre los demás. Ni para medrar a costa de los otros. Llevar esos
nombres (y otros parecidos) debiera servir para recordar que vienen de Dios y que
han de ser ejercidos según Dios. Si no, sería mejor no llamarse padre ni maestro ni
consejero ni…, por respeto a Dios, para no manchar el honor de Dios. ¿Saben el
caso de aquel niño que no quería rezar el Padre nuestro porque su padre era malo?
Para él la palabra padre era lo peor)
Jesús menciona peyorativamente el caso de los maestros de la ley. Fariseos y
escribas (doctores ) que han mancillado la Cátedra de Moisés, por no ajustarse a su
enseñanza y por no practicarla, (no hacen lo que enseñan). Hoy y en la esfera
católica, habría que mencionar en su lugar a teólogos, predicadores, catedráticos,
legisladores, escritores…, que mancillan la cátedra de Jesús (y la de Pedro o
magisterio de la iglesia). Enseñando lo que no es y no siendo coherentes con lo que
enseñan. Y/o poniendo cargas pesadas en los hombros de la gente (mandatos y
prohibiciones), de las que ellos se liberan o apenas les alcanzan. (Por regir la ley
del embudo: lo ancho para mí y lo estrecho para los demás, como en el caso de
remuneraciones y oportunidades)
En el mundo que Jesús nos propone, lo que prima es, debe ser, la convivencia
amigable y fraterna. La preocupación por los demás, en especial por los pequeños
(los deficientes, los disminuidos, los carentes), es la única diferencia que admite el
Señor: el primero entre ustedes sea el servidor de los demás. Y recuerden que
quien así se humilla (se abaja) será engrandecido. Y, al contrario, quien se
engrandezca a costa de los demás, será humillado (tenido en nada, amén de
sancionado por sus abusos)… Termino con el recorderis de Jesús: “todos ustedes
son hermanos”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)