XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas:
a.- Mal. 1,14-2,2.8-10: Apóstrofe a los sacerdotes indignos.
La primera lectura, es una fuerte crítica de Yahvé contra los sacerdotes, sus
ministros del culto: no hacen lo que deben. El tema central de estas dos secciones,
es lo vacío del culto y la reacción de Yahvé. Se comienza presentando el dogma de
fe: “Que yo soy un gran Rey, dice Yahvé Sebaot, y mi Nombre es terrible entre las
naciones!” (v. 14). El título de Rey grande, le pertenecía por ser Creador y como
Dios de la Alianza sinaítica. Los profetas lo contemplaban en el horizonte
escatológico de la era mesiánica. Los sacerdotes se acercaban a este Rey grande,
con ofrendas indignas, lo peor de los rebaños. La reacción de Yahvé es tremenda:
“Maldeciré vuestras bendiciones” (v. 2). Esta amenaza no eran sólo palabras, sino
bienes materiales, pues bendecir o maldecir, era recibir o no los deseados frutos. El
motivo era lo vacío del culto porque, no había sinceridad en sus actitudes, mientras
Dios sigue en su misterio. Han hecho inválida la Alianza de Leví, puesto en peligro
el sacerdocio levítico y la Ley un escándalo para el pueblo, porque había en ello
intereses creados. Dios se desliga del compromiso adquirido por la alianza, los
dejará sólo hasta convertirlos en despreciables y viles ante el pueblo, porque no
guardan sus caminos y hacen acepciones de personas en la aplicación de su Ley (v.
9). El texto termina con la condenación de los matrimonios con extranjeros,
motivado por la corrupción del culto y del sacerdocio y la mezcla con cultos
extranjeros por parte del profeta. Pero la reflexión del pueblo, iba por otros
derroteros: “¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo
Dios” (v. 10). El profeta en cambio, da argumentos de carácter nacionalista,
obsesionado por el culto divino, han profanado la Alianza haciendo matrimonios con
extranjeros. Se trataba de que los gentiles se integraran a la alianza con Yahvé, y
no al revés. Se trataba de un proselitismo absorbente y no una propuesta de
salvación.
b.- 1 Tes. 2,7-9.13: Deseábamos daros el evangelio y nuestra persona.
La segunda lectura, nos presenta cuál fue la conducta de Pablo en Tesalónica, ante
calumniadores que tergiversaban la doctrina de Pablo por ello hace su defensa. El
lenguaje, sin embargo, es sereno, sin la vehemencia que usó con los corintios (cfr.
2 Cor.1,12-24; 12,11). Les recuerda sus inicios entre ellos, cómo predicó el
evangelio, a pesar de la oposición que encontró, y las afrentas sufridas en Filipos
(cfr. Hch. 16,22-24; 17,1-10). Valentía, es sinónimo de libertad para proclamar el
kerigma cristiano (cfr. Hch.2 Co.3,12; Ef.3,12), que también significa confianza y
valor delante de los hombres. La predicación no procedía de error sino del
Evangelio, pues no buscan agradar a los hombres sino a Dios. En su proceder, no
quiso hacer pesar su autoridad, como apóstol, respecto al respeto y a la ayuda
económica (cfr. 1 Cor. 9, 6-7). Ha sido para ellos como una madre que cuida a sus
pequeños hijos en la fe, y ha trabajado con sus manos para no ser gravoso en nada
(vv. 9-10; cfr. 1 Cor. 9, 12; 2 Cor. 11, 7; 2Tes. 3,8; Hch. 20, 34). La llamada a su
reino y gloria, es la participación que los cristianos ya poseen, gloria, luz, presencia
de Dios en medio de su pueblo, aunque su manifestación será en la etapa final (cfr
Rom. 5, 2; 8,18; Col.1,12-13; 3,3-4).
c.- Mt. 23,1-12: Coherencia entre fe y vida.
El evangelio es una denuncia de Jesucristo, contra los fariseos y maestros de la
Ley, a quienes les reprocha su hipocresía, sin embargo, no los desautoriza como
jefes religiosos de Israel. Luego, hace una exhortación a los discípulos acerca de
cómo deben comportarse entre ellos como comunidad. La denuncia se refiere a la
hipocresía y ostentación que hacen de su fe, ante el pueblo de Dios. Llevan una
doble vida, porque enseñan y aplican la Ley hasta el detalle para los demás, pero
ellos no hacen lo que dicen o enseñan. La ostentación, consiste en vivir una fe para
mostrarla, de ficción, mientras los observan, de cara al público. Buscan
protagonismo, se presentan arrogantes en su porte y vestiduras, y la vanidad hace
que la gente les llame maestros. A la denuncia sigue la enseñanza para sus
discípulos: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es
vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre"
vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os
dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor
entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el
que se humille, será ensalzado” (vv. 8-12). Es un llamado a asumir actitudes
nuevas, en un pueblo nuevo que se constituye desde el Reino de Dios, donde habrá
servicio y misión, jerarquía y colaboración responsable, autoridad y fraternidad, en
definitiva comunión entre todos los miembros. Y lo más importante viene al final:
“El primero entre todos ellos ha de ser el que sirve, porque quien se enaltece será
humillado y el que se humille será enaltecido” (v. 12). Si bien, se podría pensar que
este es un llamado a los sacerdotes o responsables de la comunidad, en realidad es
un llamado de atención a toda la Iglesia, jerarquía y pueblo de Dios. Pensamos que
los fariseos no eran sacerdotes sino laicos. Lo que espera el pueblo de Dios, es un
servicio de la palabra y de los sacramentos, por parte de sus legítimos pastores, un
culto digno semanal y dominical, una conducta coherente entre lo que se predica y
lo que se vive, como testimonio auténtico de vida cristiana. Es precisamente este
testimonio humilde y fecundo de la jerarquía hace que el pueblo fiel comprenda que
se puede vivir las exigencias evangélicas. El rechazo de Cristo es a la hipocresía
religiosa que puede afectar a toda la comunidad; su testimonio nos enseña que no
se identificó ni con el poder civil ni religioso, su nuevo pueblo, la Iglesia, será de
hermanos presididos por los pastores, los primeros servidores en la comunidad.
Una de las manifestaciones de la hipocresía, es el divorcio entre fe y vida (GS 19,
3), es decir, vivir una fe muy formal, pero carente de interioridad; observar
normas, pero olvidar la conversión del corazón; creerse bueno y despreciar en el
corazón a los demás; sobre valorar las propias obras para ganar méritos, etc.
Acojamos la Palabra de Dios que Jesús nos comunica, como lo que es en verdad,
Palabra de Dios, no palabra de hombre, sino como creyentes donde la sinceridad y
fidelidad es a la hora de proclamar la fe, desde lo interior y en verdad. Lo que
menos necesita la sociedad y la Iglesia es de hombres y mujeres hipócritas, aunque
la primera auspicia sobre todo la superficialidad. El evangelio nos comunica la
verdad de Dios por lo mismo nos exige autenticidad en la celebración litúrgica y en
la vida cotidiana.
Teresa de Jesús, buscó el bien de la Iglesia Católica, su Iglesia, en la que muere
como hija, por eso quiere que sus hijas e hijos pusieran todas sus energías en orar
por todos los miembros que la conforman. “Que todas las monjas estén ocupadas
en oración por los que son defensores de la Iglesia” (CV 1,2).