“el que se humilla será elevado"
Lc 14, 1.7-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ADOREMOS EN SILENCIO EL MISTERIO Y OREMOS PARA QUE SU PLAN DE
SALVACIÓN NO TARDE EN REALIZARSE PLENAMENTE
Pablo ha reflexionado ampliamente sobre el misterio de su pueblo, sobre su endurecimiento
y su incredulidad. El rechazo de una parte de Israel ha supuesto la ocasión para hacer
entrar en masa a los paganos en la alianza concluida en un tiempo con Abrahán, con la que
verdaderamente —según la promesa— han sido bendecidas todas las naciones de la tierra.
El apóstol sabe que los dones y la llamada de Dios no tienen marcha atrás. La acogida
dispensada a los gentiles no implica el repudio de Israel. No sabemos ni cómo ni cuándo
tendrá lugar el retorno de aquellos que fueron, y seguirán siendo para siempre, los
«elegidos». Todos estamos invitados al banquete del Reino, y la sala del banquete de
bodas no es demasiado estrecha. Puede contenemos a todos cómodamente, porque tiene
las mismas dimensiones del corazón de Dios. Lo que importa, por consiguiente, es que
nuestro comportamiento sea el indicado por Jesús en la parábola evangélica. Nosotros, que
nos sentimos invitados ahora al banquete, no debemos entrar en plan altanero, con altivez,
poniéndonos en el lugar principal, sino con la humildad del que sabe que todo es gracia y
don.
Nuestra oración debería alimentar el deseo de que el Señor de la casa diga a nuestros
«hermanos mayores»: «Subid más arriba, volved al primer puesto». La fiesta no estará
completa, en efecto, hasta que todos juntos —judíos y gentiles— realicemos el deseo de
Jesús, que vino a derribar el muro de separación, a hacer de los dos un solo pueblo nuevo.
Frente a los designios de Dios, adoremos en silencio el misterio y oremos para que su plan
de salvación no tarde en realizarse plenamente. A nosotros se nos pide vivir en la caridad y
en un clima de acogida recíproca, para ser verdaderos hijos de aquel que es Padre de
todos y ha enviado a su Hijo unigénito, el Predilecto, a recapitular en él a toda criatura.
ORACION
Señor, tu enseñanza es clara, aunque difícil de realizar: «Apártate para dejar el sitio a otro;
a su tiempo serás buscado. Olvida la ofensa recibida, como si no te la hubieran hecho; a su
tiempo serás premiado. Haz un tesoro con los dones que tienes, pero no te gloríes, porque
no son tuyos. Permanece en tu puesto, sin invadir; a su tiempo serás revalorizado.
Estímate, pero no con exceso, para poder emitir juicios imparciales. No acentúes todo lo
que haces de bueno, actúa de una manera sencilla y silenciosa. Reconoce tu humana
debilidad, para exaltar mi fuerza infinita. Da siempre testimonio de la verdad y, a su tiempo,
ella triunfará. Oh Señor, escribí mi nombre en la arena, en el desierto, junto a las puertas de
Jartum, y al día siguiente ya no estaba. Así es la persona humilde, me dices: sabe
desaparecer, porque su nombre está escrito en el cielo».