1
IV semana de Pascua (Año Par)
Sábado
Jn 14, 7-14
(Juan Pablo II. a los sacerdotes, para el jueves santo de 1999)
Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Cristo es la fuente de la vida y de
la esperanza, porque en él «reside toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). En la
experiencia humana de Jesús de Nazaret, el Trascendente entró en la historia; el
Eterno en el tiempo; el Absoluto en la precariedad de la condición humana.
“¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?” (Jn 14, 9-10). Con
estas palabras Jesús da testimonio del misterio trinitario de su generación eterna
como Hijo del Padre, misterio que encierra el secreto más profundo de su
personalidad divina.
El Evangelio es una continua revelación del Padre. Cuando, a la edad de doce
años, Jesús es encontrado por José y María entre los doctores en el Templo, a las
palabras de su Madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?” (Lc 2, 48), responde
refiriéndose al Padre: “¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc
2, 49). Apenas con doce años, tiene ya la conciencia clara del significado de su
propia vida, del sentido de su misión, que alcanza su culmen en el Calvario con el
sacrificio de la Cruz y en su resurrección y ascensión.
Siguiendo las huellas de Cristo en todos los acontecimientos de salvación,
descubrimos su total apertura al Padre. Y es por esto que en cada Eucaristía se
renueva de alguna manera la peticin del apstol Felipe en el cenáculo: “Seor,
muéstranos al Padre”, y cada vez Cristo, en el Mysterium fidei, parece responder
así: “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe? [...] ¿No
crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?” (Jn 14, 9-10).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)