XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR
Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia
30 de Octubre del 2011
Muy amados y queridos hermanos y hermanas. Esperamos que hoy con esa hermosa
lluvia que alegra sin duda a todos, especialmente a los hermanos del campo
podamos también nosotros aceptar la palabra que nos dirige hoy el Señor.
La alegría de Pablo cuando le habla a su comunidad, es que ellos han captado y
comprendido que las palabras del Apóstol no son palabras humanas, sino palabras
de Dios. Para nosotros va también esta constatación que ojala todos los bautizados
y todos los creyentes acepten la palabra, la palabra de Dios y la hagan práctica
cada día, todos los años y toda la vida.
Eso es lo que causa el afecto y el cariño del Apóstol hacia su comunidad. Yo les he
transmitido la palabra -les dice-, yo los he amado como ama una madre a sus
propios hijos. Yo no los puedo olvidar porque ustedes recibieron la palabra y la
pusieron en práctica. Esta palabra ha resonado también en nuestra celebración del
día jueves, pidiendo por la Paz y la Justicia en el Mundo, en Bolivia y en nuestro
Departamento. La paz que todos anhelamos, esa paz que también acabamos de
cantarla pidiéndola como un regalo de Dios, para que así nos sintamos cerca de Él.
Ese fue un acontecimiento muy bueno, muy significativo y digno de ser agradecido
a todos aquellos que nos dijeron su palabra y su oración.
Estamos en vísperas casi de celebrar dos acontecimientos grandes: La Fiesta de todos los
Santos, que no tenemos que olvidarla, porque a veces la enterramos y nos
conformamos con estar solamente en el cementerio. La Fiesta de todos los Santos,
esa es una constatación de que la palabra de Dios se ha hecho vida en miles y
miles de hermanos, ellos son los que ahora cantan la gloria de Dios, ellos son los
que están delante del Padre intercediendo por nosotros. Ellos son los que son
presentados como modelos para los cristianos de todas las épocas, para nosotros
cristianos de hoy.
Y luego el recuerdo de nuestros difuntos, que moviliza a tanta gente que hacen que se
muevan de un lado para otro, a fin de acercarse a los restos de sus queridos
amigos, parientes o colaboradores. Es importante escuchar también, en ese día y
para ese día la Palabra del Señor.
Porque las palabras que podamos pronunciar nosotros no llegan al corazón, es la palabra
de Dios que se encarna en el corazón de cada uno y que le hace renovar su vida,
renovar su esperanza, renovar su amor. Los Santos y nuestros difuntos han
comprendido que lo importante es el amor, que lo importante es hacer de este
amor un gesto de servicio a los demás. Que lo importante en todo esto no es tanto
las cosas externas, sino lo coherencia que debe reinar entre lo que creemos y lo
que tenemos que hacer.
A Jesús le interesa esto, que seamos coherentes y que captemos su palabra. Coherentes
para decir yo creo en el Dios de nuestras vidas y no arrodillarse ante dioses cuya
falsedad la conocemos y no arrodillarse antes quienes quieren hacerse reconocer
como si fueran los dioses de hoy.
El Señor nos pide coherencias y nos pide captar cual es su palabra, fijémonos un poco en
el evangelio: Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos, es decir, a esa gente que
quería escucharlo, pero también de manera especial a los discípulos. Hoy es esa la
misma preocupación del Señor, que escuche la gente, que escuchen todos palabras
de vida y esperanza y nos pide a nosotros discípulos que realmente captemos lo
que significa seguir a un solo Maestro, Maestro de vida y de verdad. Jesús les dice:
Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés. Los escribas y los fariseos, se
han apoderado de la cátedra de Moisés, han tergiversado la Ley de Dios, la han
convertido en un sinnúmero de prohibiciones y han obnubilado ese potente fulgor
de un Dios que quiere borrar todas las tinieblas.
Han ocupado la cátedra de Moisés, y luego viene todo eso que podríamos decir una
condena clara y serena del Señor, de que la vanidad no es fruto del Evangelio, sino
fruto de componendas, de grupos o de políticas que están de moda.
Ustedes -les dice el Señor a los discípulos-: hagan y cumplan todo lo que ellos les digan,
Hagan y Cumplan aquello que ellos dicen. Pero no se guíen por sus actos, por sus
obras, porque no hacen lo que dicen. Que bonitas palabras hermanos, palabras del
Señor que nos invita a ser coherentes, que cuando hablamos de fe, cuando
hablamos de amor, cuando hablamos de verdad, de justicia y de paz, son palabas
buenas y hay que escucharlas, pero de repente no hay que seguir los actos de
aquellos que solo hablan y no cumplen lo que la palabra exige.
Hagan lo que ellos les diga, pero no miren sus obras porque estos señores hablan y no
cumplen lo que dicen, se han convertido en gente que carga todas las maldades
sobre nuestra gente, sobre todo colocan cargas pesadas en los hombros de los
demás y ellos son incapaces de ocupar por lo menos un dedo, para llevar las
consecuencias de una acción nueva de una acción, de una acción querida por Dios.
Todo lo hacen para que los vean, agrandan las filaterías y a largan los flecos de sus
mantos, les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes, los primeros
asientos en las sinagogas, les gusta que los saluden en la plazas y ser llamados por
la gente mi maestro.
Esta es la constatación clara del Señor, le dice a los discípulos ustedes no hagan como
ellos, nos dice a nosotros también lo mismo, porque hay mucha gente que también
hoy hace ostentación externas de lo que cree, pero su corazón esta lejos de Dios.
Alarga las filaterías y los flecos de sus mantos. Las filaterías eran unas cajitas
donde dentro colocaban algunos pensamientos de la Biblia, y lo llevan en la frente y
lo llevaban en el brazo, en el brazo izquierdo al lado del corazón. Pero estos
Señores tenían todo eso, pero ya no hablaban de Dios, no cumplían su Palabra,
dejaron a Dios a un lado y ellos buscaban la vanidad, la vanidad de estar en
primera línea, la vanidad de asustar a la gente por las cosas externas, la vanidad
de aquellos que están esperando que el pueblo los llame Maestros, Jefes. Líderes.
En cambio ustedes –Les dice el Señor– no se hagan llamar maestro, porque no tienen
más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. Esta palabra del Señor es
bueno que la reflexionemos, no nos hagamos llamar maestro, solamente por tener
el titulo, sino que tenemos que darnos cuenta que la palabra del señor esta dirigida
a todos nosotros como hermanos, no unos superiores a otros, sino formando una
sola familia.
No llamen a nadie en el mundo Padre, porque no tienen sino al Padre celestial, es una
orientación clara, a nosotros nos toca manifestar en nuestra vida toda esa riqueza
paternal de nuestro Dios, pero no hacernos llamar nosotros Padre, sino levar a
todos a que reconozcan que el Padre es solo aquel que esta en el Cielo.
Tampoco se dejen llamar doctores, porque solo tienen un Doctor que es el Mesías. Hay
dos enseñanza aquí: Lo que no tiene que hacer los Apóstoles y los discípulos,
repitiendo todos los errores de aquellos que sentados en la cátedra de Moisés
hablan bonito pero hacen sufrir a su pueblo, hablan con lucidez pero son incapaces
de ayudar a su pueblo a llevar la carga de cada día, la carga de las dificultades, la
carga de todas aquellas cosas que hacen llorar a tantos hermanos.
El mayor de entre ustedes será el que los sirve, porque aquel que se eleva será humillado
y el que se humilla será elevado, así terina la enseñanza del Señor. El mayor entre
ustedes será el que sirve, esa es la características del Evangelio, esa tiene que ser
la características de todos los que tienen responsabilidad en la Iglesia, eso es lo que
identifica a nuestra Iglesia Católica, pensar siempre en servir a los demás y es eso
lo que nosotros tenemos que demostrar para aquellos que son responsables de los
pueblos, de las naciones, de los departamentos, de las provincias, de cualquier
espacio de autoridad. Recordarles que la autoridad es servicio, no es dominación,
no es hacerse el grande, es hacerse pequeño para que el Señor lo exalte a la altura
de su dignidad.
En cumplimiento de estas palabras, han vivido miles y miles de hermanos y ellos son los
Santos, no podemos buscar otras cosas en los Santos, sino su coherencia, su
capacidad de sacudirse de las cosas del mundo para adquirir solamente lo que Dios
quiere, lo que Él necesita de mostros. Ese es también el estado de machismos de
nuestros hermanos difuntos, a quienes mas que hablarles nosotros tenemos que
pedirles que cada día nos enseñen a ser mejores, que cada día nos enseñen a
servir, a ser coherentes, a no dejarnos arrastrar por las vanidades que ostentan
algunos y que convocan a todos a ser solamente gente de discurso y nunca de una
obra adecuada.
Hermanos y hermanas, el mayor de entre ustedes será el que los sirve, porque el que se
eleva, el que se hace grande, el que quiere apartar a Dios de la vista de su pueblo,
aquellos que quieren tronos grandes para dominar, esos van a ser humillados y los
humildes, los sencillos, los abatidos, todos esos van a ser elevados, esta es la
enseñanza del Señor hoy, que nos ha recordado con claridad que no podemos
aplaudir cosas falsas, cosas externas cuando no hay algo del corazón que nos diga
que es el amor el que nos lleva a ser esto o aquello en beneficio de los demás. Nos
ha recordado que todos somos hermanos y somos hermanos de todos los Santos, y
allí esta lo que nosotros profesamos, creemos en la comunión de los Santos,
estamos unidos también a ellos, pero estamos unidos justamente para hacer que el
Reino del Señor se acerque cada vez mas a todos, para que el Reino del Señor se
haga patente, para que no hablemos del Reino de Dios sin sembrar la paz, la
justicia y el amor, sin crear cada día un espíritu de familia cuyo padre va a ser
nuestro Dios.
Vamos a pedirle al Señor, que nos de esa capacidad de no quedarnos con las cosas
externas, por vanidad, para mostrar a los otros de que tenemos dinero o de que
tenemos poder. Si reconocemos esto estaremos aportando a la búsqueda del país,
a esa búsqueda de paz autentica y verdadera, a esa búsqueda que a veces se hace
fiesta de fraternidad y luego se convierte en grupos de confrontación. A nosotros
nos toca hablar de la paz, pero sobre todo a construir la paz, animar a los otros a
todos los demás, hombres y mujeres de Buena Voluntad, que es importante, que es
urgente hoy en el país, recobrar el signo de la paz verdadera, el signo de la
fraternidad entre nosotros, el signo del compromiso para hacer de este país, un
país en el que el Señor reine, el Señor de la Vida este presente, el Señor de la
justicia nos anime a practicar todo lo que el Reino de Dios pide. Ojala queridos
hermanos que podamos captar y comprender y dejarnos ayudar por las
celebraciones de estos día, las Fiesta de todos los Santos, no es la fiesta de los
estatuas que están en los altares, es la fiesta de aquellos que ya están en con el
Padre, que están glorificando al Padre, que están llenos de la vida del Padre, y que
también piensan en nosotros y nos están animando a seguir el camino, el camino
de la vida y no los caminos de perdición que se multiplican día tras día.
Tenemos que mirar con esperanza a nuestros hermanos difuntos, sin necesidad de hacer
ostentación, pero procurando sentir, que ellos ya están acercándose o ya están
presente ante nuestro Dios y que están esperando que nosotros no sigamos el
camino, ese camino que lleva solo a tumba, sino el camino de la libertad de los
hijos de Dios.
Vamos a pedirle al Señor, que nos convirtamos como la comunidad de Tesalónica en una
familia, llena de amor, llena de fe y llena de esperanza. AMEN