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XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Lucas 16, 1-8
“Los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los
que pertenecen a la luz”. El Evangelio que hemos escuchado trae la parábola de un
hombre rico que despide a su administrador por haber estado haciendo mal uso de
sus bienes. Antes de marcharse, sin embargo, es instado por el dueño de la
hacienda a presentarle las cuentas de su gestión.
Los bienes materiales son necesarios a todos. Son queridos por Dios mismo
para el hombre, para su subsistencia, su desarrollo y pacífica convivencia. ¿Quién
puede subsistir sin ellos? Por tanto, es lícito a todo hombre procurar, poseer,
administrar y aumentar, para sí mismo y para sus seres queridos, los bienes
materiales: dinero, bienes muebles o inmuebles.
Sin embargo, hay también un enorme peligro con respecto a los bienes
materiales, en sí mismos útiles y necesarios como hemos dicho. La posesión de
riquezas o la aspiración a poseerlas es capaz de trastornar completamente al ser
humano, de volverlo avaro, egoísta, insensible a las necesidades de sus hermanos
humanos, astuto para el mal, implacable y cruel. Por dinero, por el afán de “tener”,
el ser humano es capaz de robar, engañar, traicionar, cometer fraudes, ir a la
guerra, asesinar. En efecto, “por amor a la ganancia han pecado muchos”
( Eclo. 27,1).
La recta valoración de los bienes materiales debe producir una actitud de
desprendimiento, una conducta que no se afane tanto en las posesiones, en
el tener , sino que viva el desapego y se abra a la dimensión solidaria de la
comunicación de bienes. Bien enseña el Espíritu a Timoteo: «A los ricos de este
mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro
de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo
disfrutemos; que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den
con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un
excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera» ( 1Tim 6,17-19). Así,
el tener queda purificado por el desapego y la comunicación de bienes en el
horizonte de la caridad.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)