DOMINGO XXXII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt. 25, 1-13
Sucede con el reino de los cielos lo que con aquellas diez jóvenes que
salieron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran
necias y cinco sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, no se
proveyeron de aceite, mientras que las sensatas llevaron aceite en las
alcuzas, junto con las lámparas. Como el esposo tardaba, les entró sueño y
se durmieron. A medianoche se oyó un grito: «Ya está ahí el esposo, salid a
su encuentro». Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus
lámparas. Las necias dijeron a las sensatas: «Dadnos de vuestro aceite, que
nuestras lámparas se apagan». Las sensatas respondieron: «Como no
vamos a tener bastante para nosotras y vosotras, será mejor que vayáis a
los vendedores y os lo compréis». Mientras iban a comprarlo, vino el
esposo. Las que estaban preparadas entraron con él a la boda y se cerró la
puerta. Más tarde llegaron también las otras jóvenes diciendo: «Señor,
señor, ábrenos». Pero él respondió: «Os aseguro que no os conozco». Así
pues, vigilad, porque no sabéis el día ni la hora.
CUENTO: NO DEJES FUERA AL PILOTO
En el aeropuerto de una ciudad del Extremo Oriente se declaró un furioso
temporal. Los pasajeros atravesaron corriendo la pista para subir sobre un
DC3 a punto de partir para un vuelo interno.
Un misionero, calado hasta los huesos logró encontrar un sitio libre junto a
la ventanilla. Una simpática azafata ayudaba a los otros pasajeros a irse
acomodando.
El avión estaba a punto de despegar y un miembro de la tripulación cerró la
pesada puerta de embarque.
De repente se vio a u hombre que corría hacia el avión, protegiéndose de la
lluvia lo mejor que podía con un impermeable. El pasajero retrasado golpeó
con fuerza la puerta del avión gritando que le abrieran. La azafata le
explicaba con gestos que era demasiado tarde. El hombre redobló los
golpes contra la portezuela del avión. La azafata trataba de convencerlo de
que desistiera.
-No es posible. Ya es demasiado tarde…Tenemos que partir – intentaba
hacerse comprender por señas desde la puerta de embarque.
No había nada que hacer: el hombre insistía pidiendo a voces que le
abrieran. Por fin, la azafata acabó por ceder y abrió la portezuela. Estiró la
mano y ayudó al pasajero retrasado a subir a bordo.
Y se quedó boquiabierta. Aquel hombre era el piloto del avión.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Se va notando la cercanía del adviento y el final del año litúrgico. Las
lecturas empiezan a barruntar la llegada del Mesías. Un grito se escucha:
¡estad preparados!. Hay que estar siempre preparados. La vida no es
repetición cíclica, sino camino ascendente de conversión. El Evangelio de
hoy nos presenta la hermosa parábola de las 10 muchachas que salieron al
encuentro del Esposo. No es un texto edificante desde el punto de vista de
la moral sexual y familiar. Un esposo para 10 esposas. ¿Justificación del
adulterio?. ¿Realidad de la poligamia? Tampoco es el texto una proclama
solidaria. Las cinco muchachas sensatas son incapaces de compartir su
aceite con las necias. Y eso que quizá tenían suficiente. Pero no es ésta la
intención de Jesús en la parábola de este domingo. Importan la urgencia de
la llegada del Esposo y la responsabilidad personal ante la salvación que se
acerca. Nadie puede salvarse por otro. Es verdad que la fe es también
comunitaria y social y que el mismo Jesús funda una comunidad de
apóstoles y una Iglesia. Y es verdad la dimensión solidaria del Evangelio.
Pero es que aquí el mensaje es otro: ante la llegada del Señor, cada uno
debe responder y estar preparado. No vale dormirse y excusarse. No vale
aprovecharse de los otros. Hay que estar despiertos. Tenemos que tener el
aceite del amor y de la fe para que no se apague el deseo de la espera, la
luz de la ilusión ante el encuentro con Cristo. Y esto es algo que vale no
sólo para cuando nos llegue la muerte, es una llamada a vivir la espera
vigilante de la vida cotidiana. Porque la fe corre el riesgo de apagarse en
este mundo y en esta iglesia nuestra tan acomodados. Nos viene bien de
vez en cuando a los cristianos una llamada de atención, un aviso serio para
que no nos durmamos en la apatía de una fe que apenas tiene mordiente y
compromiso. El mundo necesita de nuestra fe vigilante, despierta,
ilusionada, comprometida, iluminada con el resplandor de la alegría y la
bondad. Corremos el riesgo de vivir una fe anquilosada, donde no brilla la
luz de Cristo, porque, como nos dice el cuento de hoy, tenemos la tentación
de dejar fuera de nuestra vida al Piloto que debe guiarla y fortalecerla.
Queremos conducir el avión de nuestra fe por nosotros mismos, hacer una
fe a nuestra medida. No queremos que Cristo nos interpele y nos convierta,
nos saque de la instalación adormecida en la que estamos. Tengamos listo
el aceite de nuestra entrega, pero sin reservarlo egoístamente para
nosotros. Porque la fe es responsabilidad personal, pero es también llamada
a contagiar y alumbrar a otros. Seamos muchachas sensatas y previsoras,
pero no egoístas. Esperemos juntos al Esposo sin pretender acapararlo.
Dejemos que sea Él quién decida sobre los que entran o no al banquete del
Reino. No juzguemos ni condenemos nosotros. Dediquémonos a sembrar el
bien, a dar testimonio de la fe con nuestras obras, a difundir la belleza del
amor del Dios, a luchar por un mundo mejor y más justo, ese mundo que
espera el Señor encontrar cuando venga.
Comencemos esta nueva semana con el propósito de desempolvar nuestra
fe y de despertar nuestro amor. ¡FELIZ Y DESPIERTA SEMANA!