EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Segundo Libro de Macabeos 6,18-31.
Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley, de edad muy avanzada y de
noble aspecto, fue forzado a abrir la boca para comer carne de cerdo.
Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchó
voluntariamente al suplicio,
después de haber escupido la carne, como deben hacerlo los que tienen el valor de
rechazar lo que no está permitido comer, ni siquiera por amor a la vida.
Los que presidían este banquete ritual contrario a la Ley, como lo conocían desde
hacía mucho tiempo, lo llevaron aparte y le rogaron que hiciera traer carne
preparada expresamente para él y que le estuviera permitido comer. Asimismo le
dijeron que fingiera comer la carne del sacrificio, conforme a la orden del rey.
Obrando de esa manera, se libraría de la muerte y sería tratado humanitariamente
por su antigua amistad con ellos.
Pero él, tomando una noble resolución, digna de su edad, del prestigio de su vejez,
de sus veneradas canas, de la vida ejemplar que había llevado desde su infancia y,
sobre todo, de la santa legislación establecida por Dios, se mostró consecuente
consigo mismo, pidiendo que lo enviaran de inmediato a la morada de los muertos.
"A nuestra edad, decía, no está bien fingir. De lo contrario, muchos jóvenes creerán
que Eleazar, a los noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas.
Entonces también ellos, a causa de mi simulación y de mi apego a lo poco que me
resta de vida, se desviarán por culpa mía, y yo atraeré sobre mi vejez la infamia y
el deshonor.
Porque, aunque ahora me librara del castigo de los hombres, no podría escapar, ni
vivo ni muerto, de las manos del Todopoderoso.
Por eso, me mostraré digno de mi vejez entregando mi vida valientemente.
Así dejaré a los jóvenes un noble ejemplo, al morir con entusiasmo y generosidad
por las venerables y santas leyes". Dicho esto, se encaminó resueltamente al
suplicio.
Al oír estas palabras, que consideraban una verdadera locura, los que lo conducían
cambiaron en crueldad la benevolencia que antes le habían demostrado.
Pero él, a punto ya de morir bajo los golpes, dijo entre gemidos: "El Señor, que
posee el santo conocimiento, sabe muy bien que, pudiendo librarme de la muerte,
soporto crueles dolores en mi cuerpo azotado; pero mi alma los padece
gustosamente por temor a él".
De este modo, Eleazar dejó al morir, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera,
su propia muerte como ejemplo de generosidad y como recuerdo de virtud.
Salmo 3,2-3.4-5.6-7.
Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios, cuántos los que se levantan contra mí!
¡Cuántos son los que dicen de mí: "Dios ya no quiere salvarlo"!
Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria, tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz y él me responde desde su santa Montaña.
Yo me acuesto y me duermo, y me despierto tranquilo porque el Señor me
sostiene.
No temo a la multitud innumerable, apostada contra mí por todas partes.
Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de
baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar
por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque
hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un
pecador".
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes
a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".
Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este
hombre es un hijo de Abraham,
porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
Comentario del Evangelio por
Santo Tomás Moro (1478-1535), hombre de Estado inglés, mártir
Tratado para recibir el Cuerpo de nuestro Señor
«Hoy ha llegado la salvación a esta casa»
Recibamos a Cristo en la Eucaristía, como lo hizo Zaqueo, el buen
publicano...como deseaba ver a Cristo y como era bajo de estatura, se subió a un
árbol, y el Señor al ver su devoción lo llamó, le dijo que bajara del árbol y que
quería hospedarse en su casa, Zaqueo se apresuró y bajó, y con mucho gusto le
recibió en su casa. Pero no sólo se contentó con recibirlo alegremente, fruto de un
encuentro superficial..., lo demostró con sus obras virtuosas. Se comprometió a
devolver enseguida a todos, sin esperar a mañana, lo que no era suyo, y a dar la
mitad de sus bienes a los pobres y si había defraudado a alguno, restituirlo cuatro
veces más.
Con la misma rápidez, espontaneidad, y alegría; la misma alegría espiritual,
con la que le recibió este hombre en su casa, que nuestro Señor, nos conceda la
gracia de recibir su Santísimo Cuerpo y Sangre, su Alma y su Divinidad
todopoderosa tanto, en nuestro cuerpo, como en nuestra alma, y que el fruto de
nuestras buenas obras, pueden dar testimonio de que lo recibimos dignamente, con
una fe plena, y un propósito estable de vida buena, que se impone a aquellos que
comulgan. Entonces Dios,... nos dirá, como le dijo a Zaqueo: «Hoy ha llegado la
salvación a esta casa» (Lc 19,9)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”