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XXXII semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Lucas 17, 1-6
“Si tu hermano te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para
decirte que se arrepiente, perdónalo”. El cristiano, por tanto, está llamado a amar y
a perdonar según una medida que trasciende toda medida humana de justicia y
produce una reciprocidad entre los seres humanos, que refleja la existente entre
Jesús y el Padre (cf. Jn 13,34s; 15,1-11; 17,21-26).
A sus discípulos Jesús les pide estar siempre dispuestos a perdonar a cuantos
les hayan ofendido, así como Dios mismo ofrece siempre su perdón: “Perdona
nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6,12.12-
15). Quien se halla en grado de perdonar al prójimo demuestra haber comprendido
la necesidad que personalmente tiene del perdón de Dios. El discípulo está invitado
a perdonar “hasta setenta veces siete” a quien le ofende, incluso aunque éste no
pidiera perdón (Mt 18,21-22).
Sabemos que somos ante Dios insolventes ante nuestras deudas, nuestras
culpas. Por eso su perdón no conoce límites. En el lenguaje oriental, es menester
perdonar “hasta siete veces siete”. Es perdón sin barreras. En la lógica del Sermón
de la Montaña la indulgencia ha de cubrir a los mismos enemigos. Hay que ofrecer
la otra mejilla y dar el manto a quien pide túnica. Es el golpe certero del amor
indulgente contra la tentación del odio y contra todas las formas de violencia.
Que por la intercesión de Nuestra Madre, la virgen María, sepamos hacer
de cada Eucaristía una celebración de hombres y mujeres reconciliados y pues de
Ella nace el perdón, en el compartir un mismo Pan y un mismo Cáliz.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)