Comentario al evangelio del Martes 08 de Noviembre del 2011
Queridos hermanos, paz y bien.
Siempre que hacemos algo bien, nos gusta que nos alaben. Es normal. Hasta nos hace falta; todos
somos humanos, sin esas pequeñas gratificaciones afectivas no podemos vivir. Aquí hay ya un primer
momento para la reflexión. ¿Alabo a los demás, los “bien-digo”, es decir, de mi boca salen
bendiciones? ¿O predominan en mí las maldiciones, cuando me refiero a los otros?
Dicho lo cual, no se nos debe olvidar que todo lo que tenemos, nuestros talentos y capacidades,
nuestros dones y posibilidades, lo hemos recibido de nuestro Señor. Él es Señor, y nosotros siervos,
criaturas, colaboradores en la tarea de seguir creando un mundo mejor. Porque, ¿quién es el que te
distingue? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y, si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo
hubieras recibido? (© Apóstol Pablo, 1 Cor 4, 7). Por eso, cuando algo nos sale bien, es bueno
reconocer que todo es gracias a Dios.
Dicen que nuestro Fundador, san Antonio María Claret, cuando alguien le alababa por sus buenas
predicaciones, y tenía muchas y muy buenas, contestaba que el diablo acaba de decirme lo mismo.
Diecisiete años llevó examen diario de la virtud de la humildad. No sé si nosotros tenemos que hacer lo
mismo, es decir, examinarnos de esta virtud de la humildad durante 17 años, pero quizá fuera bueno
ver si, para comenzar, la humildad es una virtud para mí, y después, cómo la vivo.
Alejandro Carbajo, cmf