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XIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Mt 9, 1-8
La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad. Para confirmar su
poder divino sobre la creacin, Jesús realiza „milagros‟, es decir, „signos‟ que
testimonian que junto con Él ha venido al mundo el reino de Dios. Pero este Jesús
que, a través de todo lo que “hace y ensea” da testimonio de Sí como Hijo de
Dios, a la vez se presenta a Sí mismo y se da a conocer como verdadero hombre.
En la Pascua se revela plenamente el poder del Verbo encarnado, poder del
Hijo eterno de Dios, que se hizo hombre por nosotros y por nuestra salvación.
Si Jesucristo -el Hijo del hombre- tiene el mismo poder de Dios Padre, quiere
decir que Él es Dios, conforme a lo que el mismo ha dicho: “Yo y el Padre somos
una sola cosa” (Jn 10, 30). En efecto, Jesús, desde el principio de su misin
mesiánica, no se limita a proclamar la necesidad de la conversin (“Conviértanse y
crean en el Evangelio”: Mc 1, 15) y a ensear que el Padre está dispuesto a
perdonar a los pecadores arrepentidos, sino que perdona Él mismo los pecados.
Es comprensible la admiración por esa extraordinaria curación, y también el
sentido de temor o reverencia que, según san Mateo, sobrecogió a la multitud ante
la manifestación de ese poder de curar que Dios había dado a los hombres (cf. Mt
9, 8) o, como escribe san Lucas, ante las “cosas increíbles" que habían visto ese día
(Lc 5, 26). Pero para aquellos que reflexionan sobre el desarrollo de los hechos, el
milagro de la curación aparece como la confirmación de la verdad proclamada por
Jesús e intuida y contestada por los escribas: “El Hijo del hombre tiene poder en la
tierra para perdonar los pecados”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)