COLABORADORES DEL DIOS SALVADOR
(Domingo XXXIII. T. O. Ciclo A)
17 noviembre 2002
“Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados
de sus bienes; a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a
cada cual según su capacidad... Al cabo de mucho tiempo, volvió... y se puso a
ajustar las cuentas con ellos... Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido
fiel en lo poco,... pasa al banquete de tu señor... Eres un empleado negligente y
holgazán... Al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que
tiene”.
Es verdad que, en la Historia de la Salvación, todo se inicia en Dios. Es verdad que
Él nos ha regalado con una abundancia propia sólo del amor. Es verdad que, no
sólo en el inicio, sino en el desarrollo de toda esa Historia, el que comenzó en
nosotros la obra buena la lleva, diariamente, a término. Es verdad.
Pero no lo es menos que Dios nos necesita. Porque nos ha hecho colaboradores
suyos en esa Historia maravillosa. De ahí que, cuando realizamos el trabajo que se
nos encomienda, Dios lo “premia”. Y, cuando no ponemos todo lo que nos
corresponde, no sirve (por incompleto) lo poco que hagamos. Es decir, Dios nos
espera en un punto determinado. Si llegamos allí, nos encontramos con Él. Si no
llegamos, porque no queremos, no se produce el encuentro. El camino que hemos
de recorrer, el punto del encuentro con Dios, depende de las cualidades o capacidad
que a cada uno se nos haya regalado: uno, cinco o diez talentos.
Lo importante, por tanto, es que debemos asumir con alegría la responsabilidad de
la colaboración salvadora con el mismo Dios. ¿Cómo? Sabiéndonos llamados a
transformar la historia que nos ha tocado vivir. En toda su amplitud: lo personal, y
también lo social, lo político, lo económico, lo laboral... Todo debe ser objeto de
nuestro interés y compromiso, para hacer que, en ello, acontezca la salvación de
Dios (aunque todavía sea de manera incipiente, pero real).
*Para el cristiano es fuerte y espontáneo el sentimiento de agradecimiento al Dios
bueno que lo ha colmado de gracias.
*El cristiano está convencido de que Dios no lo ha elegido sólo para él, sino que los
demás y que las circunstancias que los rodean deben recibir su esfuerzo y su
ayuda. Por eso, pone sus talentos a disposición de todos.
*Al cristiano le duele todo lo que hace sufrir al ser humano, y se preocupa y ocupa,
al menos, de los problemas de la gente que tiene más cerca.
Nuevamente la Liturgia nos invita hoy al compromiso y no a la espera del futuro
con los brazos cruzados.
Padre Miguel Esparza Fernández