Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Amarillo, rojo o negro
Mi sobrino es técnico en urgencias médicas por afición, y cuando a él y a sus amigos les
toca asistir un accidente múltiple y hay pocas ambulancias, aplican el procedimiento
TRIAGE que consiste en clasificar a las personas por colores: verde, amarillo, rojo y
negro. Los amarillos son los heridos que requieran auxilio médico de inmediato, se les debe
atender y trasladar a un hospital lo antes posible. De color rojo están los extremadamente
graves, lamentablemente a estos se les deja al final para dar oportunidad a los amarillos que
tienen más posibilidades de salvarse. El rescate comienza por los jóvenes y se deja al final a
los viejos. ¿Y el verde y el negro? De verde van los aporreados y de negro los muertos.
La existencia es un talento expuesto de modo permanente y para el cual no existe seguro de
vida, pues el dinero lo cobran los vivos, no los difuntos. Este domingo el evangelio nos
recuerda que hemos recibido un talento que debemos poner a producir sin dilación. No
sabemos cuándo se termina el contrato y debemos estar listos para rendir cuentas.
“Un rey salió de viaje a tierras lejanas y llamó a cada uno de sus servidores para confiarles
la administración de sus bienes. A uno le dejó cinco talentos, a otro dos y al tercero sólo
uno” (Mt. 25,14). Está claro que la distribución es dispareja desde el inicio, por eso no
debemos extrañarnos que la vida sea un amasijo de incoherencias y contradicciones. La
responsabilidad está inscrita en la naturaleza humana desde el primer momento de la
creación. Está el sensato que pone a rendir de inmediato sus talentos y no falta el flojo que
los esconde bajo tierra.
La característica de los talentos es que producen fruto en la medida en que los entregamos,
no están hechos para ser almacenados. La naturaleza misma nos lo enseña en la flora o en la
fauna. Pongamos por ejemplo las señoriales bromelias, cuando le nacen los hijos la flor
muere y se marchita. O en los animales, cuando el coyote descubre la guarida de los
conejos, si hay crías, el macho huye a toda velocidad para alejarlo de la prole hasta caer
rendido entre los colmillos del enemigo.
Los talentos que Dios nos ha dado hay que hacerlos producir. Hay quienes necesitan
comprensión y piden su limosna a nuestro bien pensar. Otros necesiten alimentar su
empobrecida fama y piden unas migajas de reconocimiento . Hay quien espera el perdón y
reclaman a gritos la reconciliación. El sentido de la vida está en amar más. No dar de lo que
nos sobra, sino de lo que hace falta.
twitter.com/jmotaolaurruchi