Viernes 11 de Noviembre de 2011
Viernes 32ª semana de tiempo ordinario 2011
Sabiduría 13,1-9
Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron
incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista,
y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al
fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las
lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si, fascinados por su hermosura, los
creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la
belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es
quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por
analogía el que les dio el ser.
Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan
extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus
obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni
siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron capaces
de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?
Salmo responsorial: 18
R/El cielo proclama la gloria de Dios.
El cielo proclama la gloria de Dios, / el firmamento pregona la obra de sus
manos: / el día al día le pasa el mensaje, / la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien, / sin que resuene su voz, / a toda la
tierra alcanza su pregón / y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Lucas 17,26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como sucedió en los días de
Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se
casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó
con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban,
vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego
y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo
del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no
baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de
Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro
lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejaran."
Ellos le preguntaron: "¿Dónde, Señor?" Él contestó: "Donde se reunen los buitres,
allí está el cuerpo."
COMENTARIOS
Mediante dos comparaciones, los discípulos son invitados a la vigilancia: a los
vividores, a los que solamente viven al día y pasan de todo, a los que pueden llegar
a creer que el hecho de rechazar a Jesús no tendrá consecuencias, les sucederá
como a los contemporáneos de Noé y de Lot: «Y de la misma manera que sucedió
en los días de Noé, así sucederá también en los días del Hombre: comían, bebían y
se casaban ellos y ellas hasta el día en que Noé entró en el arca: entonces llegó el
diluvio y los exterminó a todos. Igualmente, de la misma manera que sucedió en
los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero
el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los exterminó a
todos: esto mismo sucederá el día que el Hombre se manifieste» (17,26-30). La
situación se convertirá en catastrófica para todos los que no han hecho la opción
por este Mesías rechazado y humillado.
La llegada del Hombre será tan imprevista como el fulgor del relámpago:
nadie podrá preverla. Como en tiempos de Noé y de Lot, los cálculos y las cábalas
de los fariseos son completamente inútiles; los que se pasan a la clandestinidad,
con el fin de organizar un levantamiento en el desierto, son unos farsantes. Jesús
invita a no hacer caso de nadie. Sólo la vigilancia tiene sentido.
Lucas compara la situación descrita hasta ahora con el desastre de Jerusalén
durante los sucesos de los años 66-70 y con la condición en que quedó la mujer de
Lot (Gn 19,26). El aferramiento a las cosas terrenales, a los valores del pasado,
conducirá al desastre. La caída de Jerusalén fue la consecuencia histórica de haber
rechazado al Mesías; el desastre final, la de haber rechazado a Jesús y los valores
que él encarnaba (vv. 31-33). Compartir un mismo reposo o un mismo trabajo no
asegura la misma suerte a los hombres. El fin de los que serán abandonados a su
suerte es la de los cadáveres después del asedio (17,34-37).
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de Fundación ÉPSILON)