1
XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Lucas 19, 41-44
“Si comprendieras lo que puede conducirte a la paz . Jesús es ‘nuestra paz’;
vino para derribar el ‘muro de separación’ que divide a los hombres y a los pueblos,
es decir, ‘la enemistad’ (Ef 2, 14). En efecto, el corazón del mensaje evangélico es
Cristo, paz y reconciliación para todos. Jesús no da simplemente la paz; Él nos da
su paz acompañada de su justicia. Él es paz y justicia. Se hace nuestra paz y
nuestra justicia.
Por consiguiente, la justicia camina con la paz y está en relación constante y
dinámica con ella. La justicia y la paz tienden al bien de cada uno y de todos, por
eso exigen orden y verdad. Cuando una se ve amenazada, ambas vacilan; cuando
se ofende la justicia también se pone en peligro la paz.
Justicia y paz no son conceptos abstractos o ideales lejanos; son valores que
constituyen un patrimonio común y que están radicados en el corazón de cada
persona. Todos están llamados a vivir en la justicia y a trabajar por la paz:
individuos, familias, comunidades y naciones. Nadie puede eximirse de esta
responsabilidad.
No se restablece completamente el orden quebrantado, si no es conjugando
entre sí la justicia el perdón. Los pilares de la paz verdadera son la justicia y esa
forma particular del amor que es el perdón. Desde hace más de quince siglos,
resuena en la Iglesia católica la enseñanza de Agustín de Hipona, quien ha
recordado que la paz, a la cual se debe tender con la aportación de todos, consiste
en la tranquilidad del orden (cf. De civitate Dei , 19, 13).
María, tú que diste al mundo a Jesús, ayúdanos a acoger de él el don de la paz
y a ser sinceros y valientes constructores de paz.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)