Zaqueo, él quería ver quién era Jesús.
Lc 19, 1-10
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“HOY HA LLEGADO LA SALVACIÓN A ESTA CASA”"
El don de la gracia se muestra sobreabundante, mayor de lo que Zaqueo se habría atrevido a
esperar. Sin embargo, el movimiento sincero de su corazón, el deseo de “ver a Jesús”, tal vez
haya sido el resorte que impulsó a Jesús a salir a su encuentro.
En la liturgia de hoy aparecen dos figuras muy diferentes. El anciano Eleazar, que había
llevado una larga vida irreprensible a la sombra de la Ley, parece que no tiene nada en común
con el pequeño funcionario de los impuestos, sometido al extranjero y avezado en las
componendas y en los fraudes. Sin embargo, les une el coraje necesario para tomar una
decisión importante: la de poner toda su vida y su propia muerte bajo el juicio de la Palabra de
Dios. Eleazar podría salvar tanto su propia fidelidad a la Ley como su propia vida: ¿qué importa
fingir que se venera a los ídolos, si los ídolos no son nada? Zaqueo podría seguir con su oficio,
despreciado pero rentable: ¿qué le importaban a él las discusiones entre los rabinos del
judaísmo? Sin embargo, Eleazar sabe que un solo gesto hipócrita, una sola debilidad, anularía
años de fidelidad; sabe que prolongar su vida a costa de su propia conciencia significaría
condenarse a una muerte peor que la del suplicio. A Zaqueo le basta con cruzar su mirada con
la de Jesús él, pequeño, mira desde arriba, desde la higuera; el Maestro levanta los ojos para
encontrar los suyos para comprender al momento que todo el dinero que ha ganado no vale
lo que una sola hora con Jesús en su casa.
ORACION
Cuántas veces, Señor, me diriges tu mirada y yo no me doy cuenta. Me lamento y protesto
porque no escuchas mis oraciones; sin embargo, soy yo el incapaz de levantarme por encima
de mi pequeña estatura para intentar verte.
Señor, concédeme la sencillez de corazón de Zaqueo y la firmeza de Eleazar. Pierdo mi vida
corriendo detrás de muchas cosas que me distraen, presto oído a las lisonjas del mundo y a las
murmuraciones de los holgazanes, tengo miedo de exponerme al juicio de la gente...
Señor, hazme comprender lo que quieres de mí, qué es lo verdaderamente importante. Hazme
comprender que la vida tiene sentido y nos da alegría sólo si correspondemos a tu voluntad.