“Háganlas producir hasta que yo vuelva”
Lc 19, 11-28
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL IDEAL EVANGÉLICO QUE JESÚS QUIERE PRESENTAR
La parábola de Lucas, con su casi inagotable riqueza, nos invita a reflexionar sobre algunas
actitudes típicas del discípulo al que se le dice que ha sido un criado bueno y fiel. Pero es
preciso excavar en lo hondo de estos dos adjetivos calificativos para entrar en el mensaje
evangélico. En efecto, Jesús no recomienda una fidelidad genérica o una bondad común,
sino una fidelidad que se concreta en la obediencia a la voluntad del Señor y una bondad
que se manifiesta en la disponibilidad total.
Estas dos actitudes revelan, por consiguiente, el ideal evangélico que Jesús quiere
presentar y, en consecuencia, la espiritualidad propia de todo discípulo suyo. La fidelidad y
la bondad son como las dos caras de una medalla; son dos aspectos de una sola
personalidad que no se califica, ciertamente, por las cualidades morales, sino por el don de
la gracia recibida y por el deseo constante de vivir según la voluntad del Maestro.
A diferencia de Mateo, que califica al siervo malo de «perezoso», Lucas le califica de
«desobediente»: he aquí otra pequeña diferencia que sólo puede poner de relieve una
comparación sinóptica entre los dos evangelistas. De este modo, el lector podrá sentirse
adiestrado para seguir a cada evangelista por las pistas que le son propias y podrá
componer las diferentes teselas del único retrato de Jesús. Ahora bien, si pasamos del
ámbito de la redacción de ambos evangelistas al ámbito del Jesús histórico, es casi seguro
que Jesús -frente al miedo de los fariseos, que habían subvertido todo el sistema de los
valores- invita a sus discípulos, con esta parábola, a vencer todo miedo respecto a Dios y a
alimentar una confianza profunda y total, que no teme a veces el riesgo y mantiene siempre
abierto el corazón del discípulo al abandono total en su Dios.
ORACION
Santo, santo, santo es el Señor.
Has hecho el mundo para nosotros:
las flores de mil colores para alegrarnos;
la lluvia para refrescar la tierra;
los pájaros para llenar el aire de cantos;
la luna y las estrellas para hacernos soñar.
Santo, santo, santo es el Señor.
Nos has creado y nos has colmado de dones:
la inteligencia para captar tus maravillas;
la voluntad para amar el universo;
la fantasía para alcanzar lo imposible;
la sonrisa para difundir tu alegría.
Santo, santo, santo es el Señor.
Haznos comprender:
la dimensión original e inefable de tus dones,
que escapan a cualquier juicio trivial;
la gravedad que encierra enterrar cualquier don
por miedo o por envidia,
por pereza o por favorecer nuestros planes;
la responsabilidad de hacerlos fructificar,
porque la esencia del don es ser entregado.
Santo, santo, santo es el Señor.