Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Solemnidad de Cristo rey
Con la solemnidad de Cristo Rey clausuramos el año litúrgico y agradecemos al apóstol san
Mateo el habernos guiado a lo largo de este ciclo. La ocasión se nos antoja propicia para
sacar un par de conclusiones a modo de epílogo. Valoramos primero el esfuerzo del autor
sagrado por tratar de demostrar al pueblo judío (y a nosotros) que el personaje llamado
Cristo no fue sólo uno más de los profetas, sino el Mesías esperado, el Hijo de Dios que
vino a este mundo para traernos la salvación y la paz.
Su evangelio lo comenzó con la genealogía de Jesús, desde Abraham hasta san José, el
esposo de la Virgen María. Lo hizo intencionalmente, pues casi dos mil años de historia del
Antiguo Testamento cobran sentido en la persona y mensaje de Cristo. Por eso es llamado
el Alfa y Omega, es quien concluye y quien inaugura. Fue el gran esperado y ahora es el
gran presente. Es la clave de bóveda, la respuesta al acertijo del plan de Dios sobre el
género humano.
A través de innumerables referencias de la antigua alianza, fue iluminando la figura del
divino Maestro hasta llegar al momento de la pasión y muerte, donde vuelve a resplandecer
su condición redentora cuando el velo del templo se rasga en dos y realiza con su muerte lo
que prometió con sus palabras: “Yo no he venido a abolir la ley, sino a darle cumplimiento”
(5,17). Al tiempo que leía a san Mateo, reflexionaba en el libro “ Un Rabino habla con
Jesús ” de Jacob Neusner. Texto interesante que ayudará a los católicos a conocer lo que
piensan los judíos y los motivos por los cuales les resulta inadmisible que Jesús venga a ser
el Mesías esperado. Un libro que nos abre los horizontes al corazón del judaísmo para
entenderlo y apreciarlo con el mismo afecto de Juan Pablo II o el Papa Benedicto. Neusner
también toma el evangelio de Mateo como base de sus consideraciones.
La solemnidad de Cristo Rey es un motivo para estar alegres, pues nuestra fe no se
fundamenta en una idea o una decisión ética, sino en una Persona que vive en el corazón de
los hombres, aún de aquellos que no lo conocen o lo rechazan. Dios camina al flanco de la
humanidad como en Emaús, nos explica las escrituras y nos habla del infinito amor con que
nos ha amado. En navidad lo contemplaremos como un rubiales recién nacido, frágil e
indefenso, pero al mismo tiempo revestido de gloria y majestad. No con la fuerza o la
vanidad del mundo, sino con el fuego y la fuerza del amor. Concluyamos con las palabras
finales del apocalipsis: “El Espíritu y la Iglesia dicen: ¡Ven! Si alguno tiene sed, venga y
beba de balde si quiere, del agua de la vida. Sí, estoy a punto de llegar. ¡Amén! ¡Ven Señor
Jesús! twitter.com/jmotaolaurruchi