Comentario al evangelio del Sábado 26 de Noviembre del 2011
Queridos Amigos:
“Al atardecer de la vida, nos examinarán en el amor” (S. Juan de la Cruz), es decir, en todo el bien que
hayamos hecho. La frase no puede ser más ilustrativa. El amor constituye el centro de la enseñanza de
Jesús y el determinante de nuestro encuentro definitivo con Dios, ese que se nos anuncia en el
evangelio con hechos “apocalípticos” en el sentido que decíamos hace dos días.
El texto evangélico de hoy nos pone en guardia para que no permitamos que las preocupaciones y otras
cosas de este mundo entorpezcan nuestra mente. Lo que importa y lo que cuenta para Dios es el amor
que mencionábamos antes. Aunque parezca algo aterrador tener que comparecer ante Dios (suena a
juicio donde nosotros estamos en el banquillo de los acusados), en el fondo, no es más que presentar
nuestra vida. No como una hoja llena de méritos o llena de tachones, sino como es en realidad, con sus
estrellas y sus cruces. Todo ser humano (independientemente de si es religioso o no) tiene una
inclinación natural al bien porque “somos imagen y semejanza de Dios”. De modo que no hay motivo
para temer a “la hora de nuestra comparecencia”.
Sin embargo, tampoco podemos dejar de lado que, al igual que somos capaces de mucho bien, también
podemos serlo de mucho mal. Por ello nos advierte Jesús: “Estén alerta…”.
En este ya inminente tiempo de Adviento, en el que recordaremos que Dios se hace como uno de
nosotros, abrámosle las puertas de nuestra vida. Él puede “juzgarnos” como lo hacen un padre o una
madre, y hacernos ver con claridad nuestro yo más profundo. Tengamos la certeza de que la verdad
con amor sana.
Silvia Ugarte