XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas:
a.- Ez. 34,11-12.15-17: A vosotros, ovejas mías os voy a juzgar.
La primera lectura presenta la palabra de Dios que llega a Ezequiel, primero para
animar las conciencias a asumir los acontecimientos del pasado y las
responsabilidades actuales, y la suya propia al aplicarse la parábola del centinela,
con lo que no exime de responsabilidad también a los dirigentes del país, como
pastores. Estos dirigentes mal tratados por el profeta, son en general todos
aquellos que ejercen algún tipo de responsabilidad en Israel. Pero la mirada del
profeta se dirige concretamente al rey, responsable último de vida del país, y
representante de Dios en la tierra. Los privilegios de que gozaba el rey hacían
peligrar la estabilidad nacional, provocando injusticias sociales; afianzado en estos
acontecimientos emprende su cruzada contra la realeza. Sus políticas han sido
nefastas para el rebaño de Israel: su protección y autoridad han sido abuso, se han
orientado a apacentar, sino a cuidarse a sí mismos, apacentándose; sus hermanos
los han convertido en esclavos, dispersando a la población por Asiria y Babilonia;
quedando Israel en manos de los pueblos vecinos. Por eso es Yahvé, comienza con
tono de amenaza la obra de exterminio de todos ellos, ÉL será su pastor, su rey, su
mesías y lo que había comenzado en todo conminatorio termina en promesa de
salvacin. “Porque así dice el Seor Yahvé: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi
rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en
medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos
los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas” (vv. 11-12). Con
ese cuidado personal de Yahvé sobre su pueblo, el profeta inaugura la nueva
teocracia divina y describe las acciones del Pastor de Israel: las librará de los
peligros, buscará buenos pastos para que sacien, las pastoreará, las congregará,
las apacentará (vv. 13-16). Se trata en la visión del profeta de establecer una
religión que interioriza la fe en Yahvé, bajo la guía de su mano poderosa: en el país
o en el destierro las ovejas siguen siendo suyas. La relación y dependencia del
hombre de Dios, no se pierde, aunque se aleje cabe la esperanza que el vuelva sus
pasos a Dios o como en este caso el Pastor vaya por la oveja perdida (v.16).
b.- 1Cor. 15,20-26.28: Dios será todo en todo.
El apóstol habla de la resurrección de los muertos a la comunidad de Corinto, que
negaba dicha verdad apoyados en la filosofía griega que despreciaba el cuerpo. Por
ello comienza el apóstol rechazando todas esas teorías (vv. 13-19), porque Cristo sí
ha resucitado (v. 20), aludiendo con ello a la conexión que existe entre la
resurrección de Cristo y la futura resurrección del cristiano, principio de toda la obra
redentora de Cristo Jesús (cfr. 2Cor. 5, 21). Cristo es la primicia de entre los
muertos (v. 20), término y realidad muy común en Israel de ofrecer a Dios los
primeros frutos de la cosecha, y en los que se consideraba todo el resto, que
quedaba bendecido y santificado por el Señor (cfr. Ex. 23,16; Lev. 23, 1; Rom.
11,16). Las primicias, suponen siempre otros frutos, que vienen más tarde, pero de
la misma naturaleza que las primicias. Cuando Pablo aplica este término a Cristo
resucitado está pensando en los muertos, pero a su vez en que no será el único con
esa condición gloriosa, son que llevará en pos de sí a todos a todos los que
murieron en ÉL (v.23; cfr. 2 Cor. 1,22; Rom. 8,11). Siempre hablando de esta
conexión entre la resurrección de Cristo y la nuestra, Pablo, presenta otra imagen
antitética entre la obra de Adán y Cristo, éste último es el nuevo tronco , cabeza de
la nueva humanidad redimida que extiende sus benéfico a todos, los hombres
unidos a ÉL, anulando el nefasto influjo de Adán (cfr. Rom. 5, 12-21). La Cabeza
Cristo y sus miembros, los cristianos forman un solo Cuerpo, donde no hay
diferencias en el destino, donde está la Cabeza, ahí han de estar los que le
pertenecen (cfr. Ef. 2, 5-6; Col. 1, 18; 1Tes. 4, 14). Respecto de la resurrección
ésta ya se realizó en Cristo, como primicias, y ahora toca esperar la de todos los
suyos, los cristianos, al final de los tiempos (v.23; cf. Rom 8:11; 1 Tes 4:14-17).
Finalmente, después de haber ejercido su reinado, vencido todos los enemigos (cfr.
v.24; Col. 2, 15; Ef. 1, 20-23), incluida la muerte, con su resurrección (cfr. Fil. 2,9-
11; Ef. 1,20-23), llegado el fin de este mundo actual, Cristo entregará el reino al
Padre (cfr. Gál. 4,4-7; Jn. 17,4), con lo que cesa su función redentora y mesiánica,
dando inicio al reinado de Dios para siempre.
c.- Mt. 25, 31-46: Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de
otros.
El evangelio, nos presenta un escenario universal, es el Juicio final para todos los
hombres, naciones y pueblos, creyentes y ateos, buenos y malos. Con esta escena
se cierra el tema escatológico de Mateo, para dejar paso a la enseñanza de Jesús.
Las parábolas ha ido preparando este momento, con sus destellos de tonos
proféticos y apocalípticos (Dn. 7, 9ss). Jesús se identifica con el Hijo del Hombre,
enviado por Dios a concluir el último capítulo de la historia humana y juzgarla en el
amor. El texto supone que el Evangelio de Jesús llegó a todos los hombres, por ello
todos se reúnen en su presencia como Juez (vv.31-33; cfr. Mt. 24,14), y ÉL hará
una separación entre ellos: unos a su derecha otros a su izquierda. Le sigue la
escena del premio y del castigo, pero donde se produce una identificación
admirable entre el Juez rey y el pobre necesitado de comida, vestido, ser visitado
en la cárcel etc., único testigo fidedigno para juzgar las acciones de cada uno. El
criterio será la caridad diligente, basado en las obras exigidas en el AT, a favor del
pobre y desde ahora a favor del rey.
Este examen final, está centrado en la caridad el hermano. El identifica como
hermanos o sus hermanos, a todo ser que sufre, los pobres y marginados, a todo
ser humano necesitado. Es rey soberano, no al estilo del mundo, con poder y
autoridad; su autoridad consiste en el servicio, precisamente al necesitado. Ese es
su modo de reinar en el mundo. A todos les ofrece la misma posibilidad de
encontrarle, socorrerle, servirle, puesto que viene a los suyos no con ropajes
reales, sino de incógnito, con la ropa y necesidades de sus hermanos más pobres.
En este juicio sólo cuentan los gestos de amor, o el amor al prójimo. Las obras de
misericordia, encarnación de nuestro amor al prójimo, que señala Jesús en su
sermón de la montaña exigen fe, conversión continua, unión con Dios,
cumplimiento fiel de las bienaventuranzas, actitud contemplativa del misterio del
Reino de Dios que está presente en lo interior de cada bautizado, y entre los
hombres de buena voluntad. El juicio, se centra en el amor a Dios por medio del
prójimo. Amar es cumplir la ley entera, nos enseña Pablo (cfr. Rm. 13, 10). La
herencia de la vida eterna, la recibirá quien halla amado a su prójimo, halla hecho
el bien y practicado la justicia. Quien halla vivido las bienaventuranzas con la fuerza
del Espíritu Santo. Desde esta visión Jesucristo, rompe el círculo del amor al
prójimo, como lo entendían los fariseos y la ley de Moisés: todo ser humano es
nuestro prójimo. No sólo el pariente o del propio pueblo o país, y cuanto más
necesitado, más hermano más prójimo, porque es imagen de Jesucristo
menesteroso. Las palabras sobran, lo importantes son las obras, fruto de hacer la
voluntad de Dios (cfr. Mt.7, 21).
Si bien la perspectiva es de futuro, y culminación del reino de Dios, todavía
estamos en el tiempo de la paciencia de Dios, tiempo de la Iglesia. Desde que vino
Jesucristo, el reino de Dios está entre los hombres, y dentro de los bautizados, lo
que falta es su plena manifestación. El juicio se está realizando cada día, la
sentencia final será fruto del actuar de toda una vida, y que vamos tejiendo
respecto al amor o al egoísmo. El juicio será sobre la aceptación de Jesucristo en la
vida del hombre y que hoy encontramos en los pobres y marginados, porque ÉL se
identifica con ellos (cfr. 1 Jn. 4, 20). La celebración de la Eucaristía, en la cual culto
y vida, se nutren mutuamente, es decir, el culto termina con su mejor expresión, la
solidaridad con los menesterosos. En la Profesión de fe, decimos cada domingo, que
el Señor vendrá a juzgar a vivos y muertos. De ahí que quien ve el juicio final como
una realidad muy lejana, está equivocado, puesto el juicio está presente hoy
cuando opto por al amor o el egoísmo en nuestro obrar. En la síntesis final todo se
reduce a saber si hemos amado como Dios quiere ser amado en nuestro prójimo.
Una sola pregunta para la cual hemos tenido toda una vida para responder en este
examen final. El continuo ejercicio de amor al prójimo y a Dios hace que el examen
sea superado con éxito. Que el Espíritu Santo nos fortalezca desde dentro en el
amor, para poder decir con tantos testigos insignes, los mártires de todos los
tiempos: Viva Cristo Rey.
Santa Teresa nos invita a vivir la esponsalidad de todo bautizado con tan gran Rey.
“Cuando nos hicieren alguna honra o regalo o buen tratamiento, saquemos esas
razones, que cierto es contra razón nos le hagan en esta vida. Mas cuando agravios
que así los nombran sin hacernos agravio yo no sé qué hay que hablar. O somos
esposas de tan gran Rey, o no. Si lo somos, ¿qué mujer honrada hay que no
participe de las deshonras que a su esposo hacen? Aunque no la quiera por su
voluntad, en fin, de honra o deshonra participan entrambos. Pues tener parte en su
reino y gozarle, y de las deshonras y trabajos querer quedar sin ninguna parte, es
disparate. (CV 13,2).