SOLEMNIDAD JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
Ez 34, 11-12, 15-17; Sal 23, 1-3, 5-6; 1Cor 15, 20-26, 28; Mt 25, 31-46
«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles,
entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas
las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas
de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la
herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era
forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos
de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En
verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños,
a mí me lo hicisteis." Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve
hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era
forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la
cárcel, y no me visitasteis." Entonces dirán también éstos: "Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no
te asistimos?" Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto
dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de
hacerlo." E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»
En el domingo último del Tiempo Ordinario la Iglesia celebra a Cristo Rey del
universo, a través de esta celebración litúrgica y por medio de la Palabra que
hemos escuchado, se nos invita a contemplar a Cristo como Rey del Universo. Con
este título, la Iglesia nos está presentando no el final del tiempo litúrgico sino que
Cristo es el principio y el culmen de la historia de la humanidad. Ese señorío de
Cristo se manifiesta visiblemente con su encarnación. Cristo se hace uno con el
hombre y participa de toda la realidad humana; Otto Cassel en su libro “El misterio
de la cruz” dice: El seorío de Cristo se contempla desde la cruz, pues es allí
donde ha revelado y manifestado su seorío. En este sentido, el seorío de
Cristo no es un señorío que se pueda entender como aquél que posee o se le ha
atribuido una categoría de gobierno; el señorío de Cristo es revelado en los
evangelios y en toda la Sagrada Escritura.
La primera lectura del profeta Ezequiel revela al Buen Pastor que ha venido para
buscar a la oveja perdida, para rescatar a aquéllos que estaban perdidos. Y, como
lo había dicho el profeta, este Pastor es el mismo Dios quien en persona ha salido a
buscarnos. Esto se ve en la respuesta de Jesús a Felipe: «...quien me ve a mí, ve al
Padre...». Y lo que el mismo Cristo refiere a sus apóstoles: «...quien acoge a
vosotros, me acoge a mí y quien me acoge a mí, acoge a aquél que me ha
enviado...»
Al respecto nos dice el Papa Benedicto XVI: en la Resurreccin de Cristo, se
realiza esta entronización del rey y que desde entonces Cristo está a la derecha del
Padre, participa en el señorío de Dios sobre el mundo. Es el Cristo, de hecho, el
Señor entronizado, el Hijo del hombre sentado a la derecha de Dios que viene sobre
las nubes, como Jesús mismo se define durante el proceso ante el Sanedrín. Él es el
verdadero rey que con la resurrección ha entrado en la gloria a la derecha del Padre
(cfr Rom 8,34; Ef 2,5; Col 3,1; Hb 8,1; 12,2), hecho superior a los ángeles,
sentado en los cielos sobre toda potencia y potestad y con todos sus adversarios a
sus pies, hasta que el último enemigo, la muerte, sea derrotado por Él
(Benedicto XVI, Catequesis del Papa a la Realeza de Cristo, 16 de noviembre de
2011).
La soberanía de Cristo se caracteriza con el hecho de que toda su obra está en
función de darle al hombre el estado originario, al principio, es decir, ser imagen y
semejanza de su Creador. Por eso, Cristo es el primogénito de la nueva creación. Él
recrea la creación misma a través de su obra redentora. Cristo entra en la historia
temporal de los hombres y la convierte en una historia de salvación que los
conduce a la participación de la Eternidad, el Buen Pastor de almas Cristo nos
pastorea con el amor misericordioso de Dios. La Solemnidad que celebramos hoy
nos debe llevar a reconocer a Cristo no sólo como Pastor, sino también como
Redentor, en Él el hombre retorna a la comunión íntima con su Creador.
El hombre no es un proyecto en sí mismo que tiene que desarrollarse y
perfeccionarse. En la medida en que el hombre se encuentre con Cristo, descubrirá
no sólo su identidad sino su ser y el sentido de su vida. De esta manera, la
soberanía de Cristo Rey se basa en que, por Él, Dios ha destruido a la muerte, ha
librado al hombre de toda esclavitud. Como el mismo Cristo le dice a Pedro:
«...sobre esta fe edificaré mi Iglesia y las fuerzas de la muerte y del infierno no
prevalecerán...».
San Agustín nos dice al respecto: Era necesario conocer al único Hijo de Dios,
que iba a venir entre los hombres, para asumir al hombre y para convertirse en
hombre a través de la naturaleza asumida: murió, resucitó, ascendió al cielo, se
sentó a la derecha del Padre y cumplió entre las gentes todo lo que había
prometido. Todo esto, por tanto, debía ser profetizado, preanunciado, debía ser
señalado como destinado a venir, porque, ocurriendo de improviso, no asustase
sino que fuese preanunciado, más aún aceptado con fe, alegría y esperado
(Exposiciones sobre los Salmos, III Roma 1976, pp. 951.953).
El Papa Benedicto XVI dice: Cristo, el Mesías que instaura el Reino de Dios y
que vence a las potencias del mundo, es el verbo generado por el Padre antes de
toda criatura, el Hijo encarnado, muerto y resucitado y ascendido a los cielos, el
sacerdote eterno que, en el misterio del pan y del vino, da la remisión de los
pecados y la reconciliación con Dios, el rey que levanta la cabeza triunfando sobre
la muerte con su resurreccin (Benedicto XVI, Catequesis del Papa a la Realeza
de Cristo, 16 de noviembre de 2011).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar