Comentario al evangelio del Viernes 02 de Diciembre del 2011
Hola, amigos y amigas:
El encuentro de Jesús con los dos ciegos del Evangelio de hoy puede traernos un poco de luz para vivir
este tiempo de Adviento. Parece ser que no fue un encuentro fácil y cómodo. Jesús estaba caminando y
se dirigía a una casa, no sabemos a qué distancia, pero sí sabemos que durante el camino los dos ciegos
le seguían y le gritaban: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”. No se dejaban intimidar por su
ceguera, seguían a tientas al que es la Luz del mundo y le suplicaban su compasión. Jesús no les hizo
caso, pero ellos seguían insistiendo e incluso se acercaron a la casa a la que habían ingresado. Una vez
junto a Él, no fueron curados de inmediato, sino que Jesús les confrontó de forma directa y les
interrogó acerca de su fe. Ellos no se intimidaron, respondieron que sí creían en la acción salvadora de
Jesús y que se abandonaban en sus manos para ser curados. Recién en ese momento, Jesús tocó sus
ojos, sus vidas, y quedaron abiertos a una mirada nueva.
El Adviento es un tiempo de camino para encontrarnos con Jesús, la Luz del mundo. En algunos
momentos de nuestra vida podemos sentir, como los ciegos del evangelio, que Jesús no nos hace caso,
que no percibimos su cercanía como nos gustaría y que nuestras cegueras y oscuridades nos llenan de
dudas y temores. Como los ciegos, no debemos detenernos, ni dejarnos intimidar; hay que seguir
caminando con esperanza, insistiendo a tientas, gritando, anhelando la proximidad y la compasión de
Jesús.
En otras ocasiones quisiéramos ver acciones milagrosas inmediatas que nos garanticen el poderío del
Hijo de David, que nos eviten las incomodidades que trae consigo el vivir la fe como continuo proceso
de encuentro y conversión. Como los ciegos debemos escuchar las preguntas que nos confrontan con
nuestra verdad profunda y nos hacen caer en la cuenta en dónde están puestas nuestras falsas
seguridades. Y cuando, menos lo esperemos, descubriremos que Él está a nuestro lado tocando con su
cercanía amorosa nuestros ojos y curando nuestras cegueras. La luz de la fe nos abre a una mirada más
serena, lúcida y confiada de nosotros mismos y de la realidad; entonces, volvemos a los caminos de la
vida para dar testimonio de la Luz del mundo.
Un saludo fraterno
Carlos Sánchez Miranda, cmf.
Carlos Sánchez Miranda, cmf