ESPERANDO AL SEÑOR
(DOMINGO I ADVIENTO. Ciclo B)
27 noviembre 2005
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad, pues no sabéis cuándo
es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a
cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad,
entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a
medianoche, o al canto de gallo, o al amanecer, no sea que venga inesperadamente
y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡velad!"
(Mc 13,33-37)
En este primer domingo de Adviento, la Iglesia propone a nuestra consideración la
parábola del "portero". Esta, junto a la de la higuera y a algunas sentencias ("Os
aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda", "El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán", "En cuanto al día y a la hora, nadie
sabe nada"), constituye la respuesta a una pregunta de los discípulos: "Pero,
¿cuándo ocurrirá todo esto?" Es decir, ¿cuándo será el final?
El contenido de la parábola-respuesta es la ignorancia sobre el momento concreto.
Pero, a la vez, se nos afirma la certeza del hecho, basada en la palabra infalible de
Jesús. De ahí, la invitación a la vigilancia constante y responsable.
Nuestro tiempo termina, la historia cerrada del cosmos se acaba, porque viene Dios
a derribarlo todo y a recrearlo con su gracia. Viene Dios. Y su venida urge. Hay que
vigilar, para que no nos sorprenda. La vigilancia. ¡Esa actitud esencial para el
cristiano y tan propia del Adviento! Porque el Adviento es tiempo de saber que el
Señor viene, que no cesa de venir: es el tiempo de vivir a flor de piel la fe de la
espera.
Cristo vino ya, y, resucitado, se ha quedado aquí. Pero el encuentro y la comunión
con Él no son cosas que se alcancen de una vez para siempre. Él está, pero sólo lo
encuentran quienes lo buscan con fe: a estos viene Él. Así se vive hoy la vigilancia
cristiana: esperándolo y buscándolo en todo y en todos.
¿No es nuestro modo de esperar a Dios, a menudo, cómodo y egoísta? "Que
intervenga Dios, que Él lo arregle todo, que Él lo haga..." Sin caer en la cuenta de
que no todo, tampoco la salvación, depende sólo de Él. Nuestra cooperación,
porque Él lo ha querido, es también necesaria.
Fuera, pues, la distracción, el olvido, al indiferencia, la desilusión. ¡Que no se nos
escape la oportunidad! El Señor está cerca. El Señor viene. Hay que reconocerlo,
hay que acogerlo.
Con Él, cambiará todo, porque, con Él, "pasará la figura de este mundo y nacerán
los cielos nuevos y la tierra nueva": terminará la violencia, acabará la guerra,
desaparecerá el hambre, serán respetados todos los hombres, de defenderá la vida
y sus condiciones dignas, se esfumarán los miedos, se proclamará la verdad, se
olvidará la marginación, se vivirá en solidaridad y fraternidad...
¿Cuándo sucederá esto? ¿Cuándo vendrás, Señor? "Lo que digo a todos lo dio a
vosotros: ¡Velad!", porque yo estoy en medio de vosotros; todo está lleno de mí. Si
me descubrís, habré llegado... y todo podrá cambiar ya.
Miguel Esparza Fernández