Viernes 25 de Noviembre de 2011
Viernes 34ª semana de tiempo ordinario 2011
Daniel 7,2-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: los cuatro vientos del cielo agitaban el
océano. Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas. La primera
era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la
alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana.
La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los
dientes. Le dijeron: "¡Arriba! Come carne en abundancia." Después vi otra fiera
como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron
el poder.
Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa,
fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las
sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque
tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro
cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes.
Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias. Durante la
visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano de sentó; su vestido era blanco
como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus
ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles
le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los
libros. Yo seguí mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno;
hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras
fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada. Mientras miraba, en
la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se
acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los
pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su
reino no tendrá fin.
Interleccional: Daniel 3,75-81
R/Ensalzadlo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor. R.
Cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. R.
Manantiales, bendecid al Señor. R.
Mares y ríos, bendecid al Señor. R.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor. R.
Aves del cielo, bendecid al Señor. R.
Fieras y ganados, bendecid al Señor. R.
Lucas 21,29-33
En aquel tiempo, puso Jesús una parábola a sus discípulos: "Fijaos en la
higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que
el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está
cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se
cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán."
COMENTARIOS
En este texto Jesús subraya la atención que hay que tener a la hora de
discernir los signos de los tiempos y la esperanza fundada en las palabras de Jesús.
Con la parábola, Jesús invita a los discípulos que observan los fenómenos de la
naturaleza, a poder interpretar los acontecimientos en el mundo. Como al
contemplar los brotes de los árboles frutales se espera el advenimiento del verano,
así también con la atenta observación de los signos de los tiempos se conoce la
proximidad del Reino de Dios. Ésta es una tarea importante de la comunidad
cristiana, la de descubrir los signos de vida que surgen desde las situaciones de
muerte aparente, para poder anunciar la llegada de ese tiempo de plenitud.
Este texto nos recuerda una vez más que nuestro Dios es el Dios de la
historia. A través de ella vamos descubriendo que Él camina con la humanidad.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de servicios KOINONÍA)