Encuentros con la Palabra
Domingo I de Adviento – Ciclo B (Marcos 13, 33-37)
“Manténganse ustedes despiertos y vigilantes”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Juanito le preguntó una vez a su abuela: ¿Que significa tiempo de Adviento? La abuela le contestó:
Es un tiempo de espera durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y los oídos más atentos,
para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y, ¿qué es eso que esperamos?, preguntó
Juanito, con una gran curiosidad. El paso de Jesús por nuestras vidas, respondió la abuela. Si no
estamos muy atentos, nos puede pasar como le pasó a don Casimiro, un señor muy religioso, que se
perdió la gran oportunidad de ver a Dios frente a frente. Y le contó esta historia:
"Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, había un hombre muy religioso, que se llamaba
Casimiro; todos los días le pedía a Jesús que le dejara ver su rostro; el hombre creía, tenía fe, rezaba
mucho, pero no quería morir sin haber visto a Jesús frente a frente. Un buen día, estando en la
Iglesia, escuchó una voz que le decía en su interior: Ha llegado el tiempo en el que me podrás ver:
Mañana iré a visitarte a tu casa. Espérame y me verás. No faltaré. Casimiro volvió a su casa, y se
puso a preparar todo para su encuentro con Jesús. Barrió la casa, puso en la puerta una bella
alfombra nueva, preparó unas galletas y una torta, para ofrecerle una buena merienda a Jesús.
Al día siguiente, Casimiro se puso a la puerta de su casa con la torta, las galletas y las golosinas
sobre una mesa. Pasaba el tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó por allí un niño jugando
solo; se quedó mirando la torta y las golosinas y se fue acercando poco a poco, jugando cada vez
más cerca. Estuvo allí un buen rato hasta que Casimiro lo regañó y le dijo: Vete a jugar lejos de mi
casa, porque estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú te comas lo que
le he preparado para comer. El niño se fue muy triste a jugar en otra parte.
Un poco más tarde, vio venir a una viejita pobre que tenía la ropa y los zapatos muy sucios; era una
viejita conocida en el vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro para pedir una limosna,
como acostumbraba, pero éste le prohibió que se acercara y pisara su alfombra nueva: Me la vas a
manchar, le dijo. Vete, que estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú me
estropees la limpieza de mi casa. La viejita se fue muy triste a pedir una limosna en otra parte.
Pasaba el tiempo y Jesús no aparecía. Ya por la tarde, vino un vecino corriendo y le pidió a
Casimiro que le ayudara a sacar su carro de un hueco en el que había caído por accidente; pero
Casimiro dijo: No puedo dejar mi casa sola, porque estoy esperando un visitante muy ilustre, y no
estoy dispuesto a que no me encuentre esperándolo. El vecino se fue muy triste a pedir ayuda en
otra parte. Cayó la noche y Jesús no apareció. Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a
preguntarle a Dios por qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no
cumpliste tu promesa de ir a verme a mi casa? Hubo un Tiempo de silencio. Dios callaba. De
pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su interior: Fui y no me reconociste; yo era el
niño que esperaba que me dieras un poco de torta y algunas golosinas para alegrarme la vida. Yo
era la anciana pobre que pasó por delante de tu casa esperando recibir alguna ayuda para vivir. Yo
era tu vecino que te pedía un favor. No quisiste verme. Las tres veces me fui muy triste a buscar en
otra parte. Y Casimiro, salió fuera y lloró amargamente por no haber reconocido a Jesús”.
Por eso, tenemos que mantenernos despiertos, porque no sabemos cuándo va a llegar el señor de
la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana. No sea que venga de
repente y nos encuentre durmiendo, o pensando en otras cosas, como le pasó a Casimiro.
Tenemos que estar siempre atentos para reconocer el paso de Dios por nuestras vidas.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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