“Estemos prevenidos, no dejemos de orar”
Mc 13, 33-37
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA ESPERANZA ES LA VIRTUD POR EXCELENCIA DE ADVIENTO.
Nos hace mirar al mañana con confianza y valentía. Sin embargo, correría el riesgo de ser una
esperanza ilusoria, vana, que se disiparía en la nebulosa de nuestra fantasía si no fuese capaz
de mirar con realismo la situación presente y si no estuviese arraigada en el recuerdo de las
cosas buenas conocidas y vividas. Ésta es la temática común de las lecturas de hoy.
En particular, la primera se fija en los beneficios realizados por Dios como base para esperar
de nuevo su venida. La lectura comienza hablando de Dios, no del hombre: «Tú eres nuestro
Padre, nuestro redentor» (1s 63,16); parte de la certeza de que Dios se ha vinculado a nosotros
y que no puede quedarse lejos. Por lo demás, en la historia de toda relación (bien sea dentro
de una pareja, entre amigos, en el seno de una comunidad... ) el recuerdo de los momentos
felices vividos juntos y de las dificultades afrontadas en armonía y solidaridad, puede ser fuente
de fortaleza para afrontar nuevas dificultades. Lo mismo ocurre en la relación con Dios, donde
nunca podemos renunciar a la memoria.
Pero además la esperanza debe ser una palabra que sea verdadera y creíble en el presente.
Por esta razón se conjuga con la vigilancia y la laboriosidad. En la "casa" que es la Iglesia,
todos los criados tienen su tarea, y todos se llaman "siervos". Siervo es una persona que
pertenece a otro, que no tiene dominio ni sobre su propia vida. En la casa de este Señor, todos
tienen esta condición de no pertenecerse a sí mismos, sino sólo a Él y a los demás. El ejemplo
de los discípulos que se durmieron en vez de velar con Jesús en el huerto de Getsemaní
muestra a las claras que esta vigilancia no es una actitud más, sino que coincide
sustancialmente con la capacidad de dar la vida, como fue la actitud de Jesús
ORACION
La mejor sugerencia como oración, en este caso, es volver a leer el texto de la primera lectura,
ya que el mismo texto es una súplica.
“Tú, Señor, eres nuestro Padre”. Mientras vamos acercándonos a ti, Padre, sentimos estas
palabras en toda su fuerza. Te has comprometido con nosotros, te has expuesto por nuestro
"rescate", y así podemos apelar a este título para llamar a tu corazón. No recuerdes quiénes
somos, recuerda quién eres tú, ya que nosotros somos barro y tú el alfarero. No olvides la obra
de tus manos.
Señor Jesús, que nos has confiado tu casa, la Iglesia y todos nuestros hermanos para que
cuidemos unos de otros en espera de tu vuelta, no dejes que decaigan nuestros brazos
abatidos por el cansancio o por el sueño. No nos abandones al poder de nuestro pecado y
nuestra iniquidad.
Tú que nos llamas "siervos" concédenos reconocemos en ti, ya que te has hecho siervo
nuestro.
Estad alerta, vigilad», es lo que nos mandas: como quien pasa la noche de guardia atento a
cualquier ruido nocturno porque puede ser precursor de algo inesperado, haz que tengamos el
ojo avizor y el oído atento para percibir dónde estás y dónde nos llamas a colaborar contigo