“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa”
Mt 8, 5-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. EL CENTURIÓN LE HA PEDIDO CON HUMILDAD AL SEÑOR Y JESÚS
SE CONMUEVE
Este fragmento del Evangelio, nos educa en la fe, por una parte tenemos la fe mínima y
muchas veces vacilante, como la que tuvieron en aquel tiempo los judíos y por otra la
profunda y honesta que muestra el centurión de este relato.
Se llama centurión porque tiene a su cargo y manda a cien hombres, y este ruega por uno
de sus siervos. Jesús observa la fe, la humildad y la prudencia del centurión, así es como le
ofreció inmediatamente que iría y sanaría al siervo. Este centurión no pertenece al pueblo
de Dios, sin embargo el confió en el poder de Jesús. El centurión le ha pedido con humildad
al Señor y Jesús se conmueve.
2. JESÚS, NO SÓLO OFRECIÓ CURARLO, SINO TAMBIÉN IR A SU CASA
Hasta ahora, Jesús no había hecho algo así, porque El había considerado la voluntad de los
que le suplicaron, ahora la excede. En todas partes sigue la voluntad de los que suplican,
aquí la excede. Entonces Jesús, no sólo ofreció curarlo, sino también ir a su casa. Hizo esto
para que conozcamos la virtud del centurión.
Además, promete ir porque se pedía para un siervo, a fin de enseñarnos que no debemos
complacer a los grandes y despreciar a los pequeños, sino que igualmente debemos
complacer a pobres y a ricos, porque el Señor no discrimina.
3. SEÑOR, NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI CASA
San Jerónimo nos explica: Así como admiramos la fe en el centurión, porque creyó que el
paralítico pudo ser curado por el Salvador, así se manifiesta también su humildad, en
cuanto se considera indigno de que el Señor entre en su casa, y por ello sigue: "Y
respondiendo el centurión, dijo: Señor, no soy digno de que entres en mi casa".
San Agustín nos comenta sobre esto “Considerándose como indigno apareció como digno,
no de que entrase el Verbo entre las paredes de su casa, sino en su corazón. Y no hubiera
dicho esto con tanta fe y humildad si no hubiese llevado ya en su corazón a Aquel de quien
temía que entrase en su casa, pues no era una gran felicidad que Jesús hubiese entrado en
su casa y no en su pecho”.
4. “LES ASEGURO QUE NO HE ENCONTRADO A NADIE EN ISRAEL QUE
TENGA TANTA FE”
Jesús, exige siempre la fe, esa que es motivo afectivo o deseo que lleva a actuar con fuerza
y confianza y de abandono a la Palabra y al poder de Dios.
“Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe”. Esta es la fe que
Jesús nos pide, esa en la cual renunciamos a soportarnos a apoyarnos en nosotros
mismos, en lo que creemos válidos, en nuestros pensamientos, esto es en nuestras fuerzas
o en nuestro particular juicio, si lo hacemos, abandonados plenamente, confiadamente, a
ojos cerrados en la Palabra del Señor, esa Palabra que jamás deja de cumplirse, esa
Palabra que es de Vida eterna.
5. DEBEMOS VIVIR EN GRAN PROFUNDIDAD LA FE
Hemos observado que la falta de fe, impidió en alguna ocasión al Señor hacer alguna de
sus maravillosas obras, así nos dice Mateo 13,58, “Y no hizo allí muchos milagros, a causa
de la falta de fe”. Es así como debemos vivir en gran profundidad la fe, de esa manera
serían aún más visibles las obras de la gracia del Señor.
Tal como este centurión, que gracias a su fe, obtuvo del Señor Jesús ese milagro de la
curación de uno de sus hombres, no le cerremos a El, ese deseo de poner sus manos en
nosotros por nuestra falta de fe.
El ejemplo de este centurión, es que el era pagano y en ese entonces supero la fe del
pueblo de Dios, ¿y nosotros?, que nos decimos creyentes, ¿nos damos cuenta que a veces
somos superados en la fe por otros hermanos que no se dicen practicantes o católicos?, la
fe exige sacrificio de si mismo y aceptación total a Dios.
6. LA CARIDAD NO TIENE Y NO DEBE TENER LÍMITE
Otro ejemplo que destaca este evangelio, el enfermo no era familiar del centurión, era su
sirviente, pero él se preocupa por su salud. La caridad no tiene y no debe tener límite, debe
se entregada por igual a todos los hombres, sin importar su condición social, si es rico o
pobre, si es joven o anciano, y cual es su raza. Es decir que nuestra caridad jamás se debe
preguntar quien es el que sufre. En otras palabras nuestro amor de cristianos debe ser
desinteresado.
No nos consideremos mejores que los demás, no sintamos superiores que otros,
aprendamos de la natural inclinación que tiene Jesús por la bondad y dulzura por los que
sufren y los mas pobres. Es decir, nunca le cerremos nuestro corazón a ningún necesitado.
El Señor les Bendiga