II Domingo de Adviento, Ciclo B.
El desierto y el agua
Padre Pedrojosé Ynaraja
Desde muy pequeño, mis queridos jóvenes lectores, he vivido cerca de algún río. El
Arlanzón de Burgos, tenía para mí un gran encanto. Recuerdo el primer pez que en
él pesqué con un sedal y un alfiler doblado. En mi casa, un frasco al lado de una
imagen santa, había tenido el agua del Jordán con la que fue bautizada una de mis
hermanas. El paisaje de Castilla, tierra absoluta, bajo cielo absoluto, es un remedo
de desierto. Estaba, pues, algo preparado para entender muchos pasajes
evangélicos, como el de hoy que habla de ambas cosas.
Se lee este curso el texto de Marcos y el tema del presente domingo es el de la
vocación de Juan el bautista, al que se le encarga preparar el camino del Señor.
Siendo adulto he conocido aquellos desiertos y os aseguro que son impresionantes,
deslumbrantes. Ahora bien, si se trata de caminar por ellos, son ásperos,
movedizos y uno tiene la sensación de que por mucho que camine, no avanza
nunca. Se invita a preparar los caminos del Señor que llega a través del desierto.
Os pondré dos ejemplos actuales de lo que físicamente implica este encargo. Me
contaron un día que 500 señoras alemanas que se llamaban Petra, no tuvieron otra
ocurrencia que encontrarse a cenar juntas en la antigua ciudad nabatea de Petra.
Pues bien, el hotel que servía la cena preparó el camino extendiendo por el desierto
una alfombra que permitía caminar seguro con el calzado que personas de este tipo
acostumbran a usar. Como aquellos días estaba por allí, pude comprobar lo que os
explico y caminar penosamente por la arena y decididamente por la alfombra. Otro
ejemplo. No hace muchos días se ha resuelto el concurso internacional para
construir un tren de alta velocidad que una Medina con la Meca, al servicio de
peregrinos musulmanes. Me contaba un ingeniero que conocía el proyecto, la gran
dificultad que tenía su realización y mantenimiento. Un avión se sostiene en el aire
por el simple efecto Venturi. Para que un tren se deslice por el desierto, debe
vencer muchísimos más problemas técnicos. Omito hablaros de ellos, ya que me
propongo enviaros un mensaje-homilía y no una memoria o un cálculo de Pert de
tal iniciativa.
Pienso que no ha sido inútil lo que os he dicho. En los tiempos evangélicos, no
existía ninguna técnica semejante a lo que os he contado. Pero el mensaje es el
mismo. El Señor ha de venir y hay que prepararle el camino. Fue Juan fiel a su
tiempo. Se retiró al desierto bajo su villa natal de Ein-Karen, según recoge la
tradición. Marchó después a la orilla del Jordán, agua regeneradora y viva, estuvo
allí permaneciendo austeramente. Severidad también en el vestido. Con seguridad
que no hubiera derrochado en las rebajas, por barato que pueda ser el comprar
atuendo en esos días. Sobriedad en la alimentación. No se hubiera atrevido a
proclamar que la gastronomía es cultura, como hoy con frecuencia se afirma. Su
campaña no era electoralista prometiendo vida futura, repleta de comodidades y de
éxitos. Con lenguaje áspero, exigía conversión y reconocimiento público de los
propios pecados. ¿A quién se le ocurriría un tal discurso en nuestra decadente
actualidad? ¿No estaríamos seguros de que estaba condenado al fracaso? Pues
entonces, y hoy, un tal mensaje, enviado por un legado preparado de tal manera y
dando un testimonio de vida como él la daba, tiene actualidad y triunfa.
Y para colmo, no se proclamaba líder, ni salvador. Adelantaba que quien era
importante no era él, sino el que él anunciaba. Si no era suficiente la imprudencia
humana de lo dicho, la salpica de humildad. Todo lo contrario a lo que hoy se estila.
Los comercios ya han iniciado su campaña navideña, para lograr resarcirse de una
mala temporada económica y vaciar sus almacenes. Los que mandan adornan las
calles para atraer turistas y complacer a vecinos. Cualquier hijo de vecino empieza
a comprar bebidas selectas y alimentos escogidos para comer y beber a gusto y
presumir de ello. Vosotros como cristianos ¿Cómo os preparáis para la Navidad
cristiana? En realidad la única Navidad auténtica.
Como os repito muchas veces, abrazado al sagrario, le diré al Maestro: a mis
queridos jóvenes lectores, ¡buenos días les des Dios! Hacedlo también vosotros,
alguna vez, rezando por mí.
Padre Pedrojosé Ynaraja