COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Domingo 4 de diciembre de 2011
2º Domingo de Adviento
Evangelio según San Marcos 1, 1-8 (ciclo B)
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi
mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el
desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se
presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos
los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas
del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se
alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: "Detrás de
mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de
ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he
bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
Adviento: prepararnos para vivir en el Amor de Jesucristo
Estamos hablando de la venida del Mesías, del Enviado, del Ungido, de
Jesucristo. Esto es único e inédito porque la Iglesia , en la liturgia, vuelve a
repetir el misterio: el Verbo de Dios se hace carne y entra en el tiempo y en
el mundo. La Palabra eterna de Dios que une la humanidad y la divinidad.
Este Jesucristo no necesita de consejeros, provenientes de los sabios del
mundo. Él lleva en sí mismo la sabiduría y el consejo de Dios. En la
debilidad, como niño, Él es el Dios fuerte, y nos muestra así -frente a los
presuntuosos del mundo- la fortaleza propia de Dios.
En este misterio de lo divino y lo humano, Dios no se inclinó, no se asomó,
no miró hacia abajo, sino que ha descendido realmente y ha entrado en el
mundo. De esto no hay que acostumbrarse, más bien hay que admirarlo,
hay que darse cuenta, hay que agradecerlo: el Señor descendió y plantó su
morada en medio de la humanidad, haciéndose uno de nosotros para
atraernos a todos hacia Él.
Este Niño ha encendido en los hombres la luz de la bondad y les ha dado la
fuerza de resistir a la ironía del poder. Él une al hombre y a Dios de tal
modo para que Dios sea todo en todos. Con esta presencia de Cristo hay
una verdadera hermandad; por eso decimos que somos una misma familia,
la Familia de Dios.
Él viene, Juan el Bautista lo anuncia, hacia Él vamos, nosotros lo
reconocemos y tenemos que darnos cuenta la presencia de Jesucristo, del
Verbo, que viene a darnos de nuevo la fuerza, a hacernos sus hermanos y,
sobre todo, viene a darnos el don de la paz, para vivir en paz. Pero no se
podrá acceder a esta paz, si no se vive en el amor.
El Adviento nos prepara para vivir en el amor de Jesucristo. Y teniendo el
amor de Jesucristo, uno alcanzará la paz. Es mi deseo que nos preparemos
bien en este Adviento para poder encontrarnos con el Señor, que no se
inclinó hacia nosotros sino que descendió y se encarnó.
Que el Señor los bendiga, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.