Comentario al evangelio del Jueves 08 de Diciembre del 2011
Querido amigo/a:
La Virgen María, la Madre de Dios, nuestra Madre, es otra de las protagonistas del Adviento, como no
podía ser menos. Nos volveremos a encontrar con ella el próximo día 12 de este mes, bajo la
advocación de Ntra. Sra. de Guadalupe, muy venerada en el continente americano. Hoy la
contemplamos bajo el misterio de su Inmaculada Concepción, recordando su disponibilidad a Dios, su
sí a Él, y la puerta que esta aceptación y entrega supuso y supone para todos los creyentes: nada más y
nada menos que el nacimiento de nuestro Salvador, que dentro de poco celebraremos.
Dos ideas por si te ayudan a vivir esta jornada de la mano de María.
1ª Si el cristianismo fuera una ideología, una ideología no necesita de una madre. Pero como el
cristianismo es fundamentalmente el encuentro con la persona de Jesucristo, para dicho encuentro sí
necesitamos de la Madre de “ese” con quien nos queremos encontrar, porque ella nos lleva a su
encuentro. Por eso, cada vez que oramos a Dios con María, le estamos diciendo: “María, muéstranos a
tu Hijo”. Pídeselo hoy. Pídele a nuestra Madre que te ayude a conocer más a Jesús, para amarlo más y
seguirle mejor.
2º. De las lecturas de hoy, me quedo con el imperativo que el Arcángel le dice a María de parte de
Dios: ¡alégrate! Es la primera palabra, es el saludo, es el resumen de todo su mensaje. Alégrate porque
eres llena de Gracia, porque el Señor está contigo. El pueblo cristiano tiene la bonita costumbre, que
mucha gente mantiene, de rezar el Ángelus a las doce del mediodía, en silencio, interiormente, en
medio del trabajo. Y esta bella oración recoge esta secuencia de la Anunciación que hoy meditamos de
la mano del evangelista San Lucas.
Deberíamos recordar más a menudo, cuando rezáramos el Ángelus y oráramos con María lo que el
Arcángel le mandó: ¡alégrate!; y lo que ella supo vivir incluso en medio de la oscuridad de la
incomprensión en el momento más duro de su vida al pié de la cruz. Una alegría interna que la ayudó a
esperar y no desesperar, a mantenerse en pié.
Celebrar a María es recordarnos que tenemos una Madre en el camino del seguimiento de Jesús, que no
estamos solos. Es recordarnos que la fe es un camino de alegría, porque el Señor está con nosotros. Y
cuando lo olvidemos, basta con mirar a la Madre, cómo ella lo vivió; su sí fue plenificado, su confianza
no quedó defraudada. Ella nos recuerda que este camino, que esta apuesta es, incluso cuando todo
parece perdido en medio de la noche, de ganadores.
¡Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros!
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
Juan Lozano, cmf