II DOMINGO DE ADVIENTO A
Is 40, 1-5. 9-11; Sal 84; 2Pe 3, 8-14; Mc 1, 1-8
Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del
que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas,
apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión
para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos
los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel
silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy
digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado
con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo." .
En el presente tiempo de adviento la Iglesia, a través de la liturgia, nos está
invitando de una manera particular a vivir nuestra vida puesta en el advenimiento
del Seor; y como dice el Papa Benedicto XVI: “…Se podría decir que el hombre
está vivo mientras espera, mientras en su corazn está viva la esperanza…”
(Benedicto XVI, Ángelus, 27 de noviembre de 2011). En este tiempo la liturgia
marca fuertemente el aspecto escatológico en el cual estamos llamados a vivir
permanentemente nuestra vida: “…la Iglesia inicia un nuevo Ao Litúrgico, un
nuevo camino de fe que, por una parte, hace memoria del acontecimiento de
Jesucristo, y por otra, se abre a su cumplimiento final. Es precisamente desde esta
doble perspectiva de donde vive el Tiempo de Adviento, mirando tanto a la primera
venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como a su vuelta gloriosa,
cuando vendrá a “juzgar a vivos y muertos”, como decimos en el Credo…”
(Ibidem).
En la primera lectura el profeta Isaías empieza con un pregón de consolación, pues
dice: “…consolad, consolad a mi pueblo y hablarle al corazón de Jerusalén y decidle
que ha terminado su esclavitud…”. A este pregn lo relacionamos con el pregn de
Juan el Bautista en el evangelio de este domingo que dice: “…voz del que clama en
el desierto: Preparad el camino del Seor…”. De esta manera tenemos que aquello
que el profeta Isaías anunciaba, en Juan el Bautista esta profecía de esperanza se
cumple con el anuncio de su pregón; y si el pueblo de Israel vivió de una profecía
de esperanza, podemos decir que hoy nosotros vivimos de una profecía que se
cumple en la persona de Juan el Bautista.
En este sentido, en la primera lectura, el profeta describe una realidad, que es la
realidad no sólo del pueblo sino de cada hombre y por eso al decir: los senderos
tortuosos se enderezarán, las colinas se abajarán, las montañas se volverán en
llanuras, etc; se está anunciando que vendrán nuevos tiempos, como San Pedro en
la segunda lectura nos habla al decir: “…esperamos cielo nuevo y tierra nueva…”. Y
esto se dará porque en la venida de Cristo la vida del hombre se recrea, y si por el
pecado la vida del hombre se trastocó y en algunos aspectos se desnaturalizó; en
Cristo todo retorna a su origen y recobra su belleza, como Dios desde el principio lo
pensó y lo creó.
En el Evangelio, Juan Bautista se identifica con la voz; y como sabemos al inicio del
evangelio de San Juan, el evangelista identifica a Cristo con la palabra de Dios.
Entonces tenemos aquí la voz y la palabra; pues cuando Juan el Bautista dice
“…preparad el camino del Seor…”, está diciendo que nos preparemos a acoger a
quien es la palabra de Dios. Esto nos está indicando que todo creyente está llamado
a anunciar el evangelio, porque está llamado de parte de Dios a ser un pregonero
de la Buena Noticia; es decir a ser instrumento, a preparar a todos los hombres a
acoger a Cristo que es la palabra eterna de Dios, profecía que él encarna y cumple
en su vida. Por esta razón la figura de Juan el Bautista es muy importante para la
vida de la Iglesia; pues para vivir y celebrar las promesas de Dios, necesitamos que
dentro del mismo cuerpo de la Iglesia hayan algunos que nos hagan el servicio de
Juan el Bautista, y con sus palabras nos están ayudando a preparar nuestro
corazón y abrir nuestra vida a acoger a Cristo.
El Papa Benedicto XVI nos dice: “…Así pues, este es el significado: la Palabra de
Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del
Mesías y convoca a la Iglesia. Jesús mismo es la Palabra divina que se hizo carne
en el seno virginal de María: en él Dios se ha revelado plenamente, nos ha dicho y
dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y de su misericordia. San
Ambrosio prosigue en su comentario:"Descendió, por tanto, la Palabra, para que la
tierra, que antes era un desierto, diera sus frutos para nosotros" (Expos. del
Evangelio de Lucas 2, 67)…” (Benedicto XVI, Ángelus, 6 de diciembre de 2009).
Podemos decir de esta manera que el esperar en Dios, el creer en Dios, significa
que la palabra del mismo Dios que es Cristo, tenga morada en nuestro corazón; por
eso es importante la figura de Juan el Bautista porque no sólo nos ayuda a los
creyentes a mantenernos en la expectativa de la venida del Señor, porque esta
palabra está en nosotros; sino porque también es una ayuda para aquellos que aún
no han acogido la palabra en sus vidas porque los prepara a acogerla.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar