“Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha”
Mt 9, 3510, 1. 5. 6-8:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
DEBO ROGAR AL DUEÑO DE LA MIES QUE ENVÍE OBREROS A SU INMENSO CAMPO
El profeta Isaías me recuerda que la súplica dirigida a Dios siempre es escuchada y Jesús me
invita a llenar de contenido mi petición, no con mis sueños, sino con los deseos de su corazón.
Pues bien, su deseo es que no se pierda la mies por falta de obreros. Con él debo rogar al
Dueño de la mies que envíe obreros a su inmenso campo. Con la oración no pretendo
convencer a Dios para que me escuche (él está siempre a la escucha); me abro al encuentro
con el Señor que me libera, que actualiza conmigo los prodigios del éxodo y que, en su
misericordia, se acerca a todo hombre o mujer para aliviar los sufrimientos, curar las heridas,
para inyectar esperanza.
Raramente, como sucede hoy, se tiene la posibilidad de experimentar de veras esta invitación
de Jesús de invocar al Padre que mande obreros a su mies. Las necesidades de la
evangelización son enormes, mientras los recursos humanos de la comunidad son, con
frecuencia, demasiado precarios. Pero si miro la situación con los ojos de Jesús, no me siento
impulsado por el desaliento sino por el conocimiento de que la misión cristiana encuentra su
fuerza en la oración confiada y perseverante y en la fidelidad al mandato recibido del Señor.
En la oración redescubro el sentido de la misión no como propaganda de ideas o modos de
vivir, sino como participación profunda en el anuncio y en la práctica de la liberación de Jesús,
quien visibiliza las entrañas de la misericordia del Padre.
ORACION
La mies es abundante, pero los obreros son pocos. Rogad por tanto al dueño de la mies que
envíe obreros a su mies. Señor, hoy tu Palabra nos indica claramente cuál debe ser el objeto
de nuestra oración. Nos pides sintonizar con tu compasión por nuestra humanidad que,
frecuentemente, busca en vano un camino por recorrer.
Tú nos invitas a mirar con tus ojos la mies ya madura, a preocuparnos profundamente por ella,
para que no pierda la buena cosecha. Tú nos animas a creer en la eficacia de nuestra oración
cuando nos dirigimos a ti.
Confiando en tu promesa y obedientes a tu mandato, hoy te suplicamos que envíes numerosos
y celosos obreros a tu mies. Concédenos vivir en plena comunión en el sacrificio de alabanza y
en el servicio a los hermanos, para ser misioneros y testigos de tu evangelio.