“Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”
Mc 1, 1-8
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
CAMINO
Una metáfora domina las lecturas de hoy: es la del "camino". Correlativa a la del
camino, aparece la de Iglesia como nuestro ser pueblo que se forma poniéndose en
camino. Isaías se dirige a un pueblo desconfiado, con necesidad de consuelo y ayuda
para ponerse en marcha; necesitamos profetas capaces de hablar al corazón, profetas
de confianza, no de desventuras.
Ante la devastación de nuestras conciencias, bombardeadas por mensajes negativos y
nihilistas, es importante para cada uno de nosotros el aliento que nos llega del mensaje
profético.
También las palabras del Bautista apuntan en esta dirección, preparando nuestro
corazón a la venida del que bautizará con Espíritu. Ciertamente su figura austera y
penitente no deja de ir contra nuestro estilo de vida cuando ya no sentimos necesidad
de conversión: una consolación "barata" no nos enriquecería con frutos duraderos.
Es indispensable sobre todo nuestro testimonio inspirado en una fe honda en la
salvación que nos ofrece Dios, nuestro querer ser pueblo de Dios atraídos por la
promesa del Bautista, para después convencer a los demás de la salvación inminente.
Por otra parte, siempre nos acuciará la pregunta de los escépticos: ¿es que vale la
pena? La Palabra de Dios nos responde que sí vale la pena. La carta de Pedro nos
recuerda que éste es un tiempo lleno de la presencia de Dios y sólo podemos verlo así
creyendo de verdad y comprometiéndonos con nuestra existencia: la promesa de
“cielos nuevos y tierra nueva” genera en el que cree una vida de auténtica santidad, y
ella misma es anuncio y signo tangible de aquel mundo nuevo.
ORACION
Tú nos hablas, Señor, a través de los profetas totalmente inmersos en las vicisitudes
de su pueblo y de su tiempo capaces de estar solos o de ir al desierto a proclamar la
Palabra a los que le siguen.
Tú nos hablas, Señor, por los testimonios dispuestos a compartir las angustias de sus
hermanos, los temores y dramas de los hombres y llenos de fe para indicar tu
presencia activa, tú promesa suscitadora de vida.
Tú nos hablas, Señor, por hombres que saben oponerse valientemente a las modas,
costumbres, prejuicios, tópicos de sus contemporáneos y a la vez solidarios en el
buscar tu rostro que salva, en el hablar al corazón del que desespera.
Te rogamos mires a tu Iglesia, la Iglesia de nuestros días, a nosotros que somos tu
pueblo, constituidos por tu gracia en profetas y testigos de tu verdad: concédenos ser
mediadores de tu consuelo en el momento mismo de denunciar las hipocresías propias
y ajenas. En el desierto de nuestra sociedad haz resonar tu Palabra, para que también
"salgamos", confesando nuestros pecados para ser de nuevo inmersos en la gracia de
tu Espíritu.