III DOMINGO DE ADVIENTO B
(Isaías 61:1-2.10-11; Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8.19-28)
“¿Y tú quién eres?” Es el título de una película espaola. Tiene que ver con la
enfermedad Alzheimer. Dice un personaje, “Si no recuerdas, ¿quién eres?”
Tenemos que recordar el pasado para conocer a quienes somos. Es cierto para
nosotros como sociedad y como individuos. En el evangelio hoy escuchamos esta
pregunta propuesta a Juan el Bautista.
“¿…quién eres tú?” preguntan los sacerdotes a Juan en el desierto. A lo mejor
vienen de Jerusalén para averiguar qué signifique su bautismo. ¿Es la purificación
hecha por el Mesías para identificar a los salvados? “No”, dice Juan, “No soy el
Mesías….Yo soy (slo) la voz que grita… „enderecen el camino del Seor‟”. Eso es,
Juan predica al arrepentimiento moral para preparar a la gente para la venida del
otro.
¿“Quién eres tú?” preguntan los colonos de la isla de Espaola a un fraile dominico
hace exactamente 500 años. La gente sabe que se llama el sacerdote Antonio
Montesino, pero quieren saber: ¿Quién piensa que sea este pichón padre? Pues, la
semana anterior fray Antonio enfurió a los españoles con un sermón condenándoles
de abuso de los indígenas. Usando el mismo evangelio que leemos hoy, él se
identific como “la voz clamando en el desierto”; entonces lanz su diatriba.
Compar el desierto con la esterilidad de las consciencias de los colonos, y dijo: "…
todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que
usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis
en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?” Ya, después de una semana, la
gente llena la iglesia esperando una disculpa. Sin embargo, el fraile sólo reafirma
todo lo que había dicho.
“¿Quién eres tú?” piensa Juan Diego al encontrar a la mujer majestosa en la colina
de Tepeyac. La tierra se ha hecho en desierto. Apenas diez años anteriormente los
españoles conquistaron el país dejando en ruinas una cultura ilustre. No sólo eso,
también trajeron plagas de Europa matando a centenares de miles y violaron a las
mujeres indígenas con la impunidad. Sin embargo, no pudieron convertir a los
indígenas al Catolicismo en grandes números. La mujer toma la palabra como la
misma voz en el desierto. Dice: “…yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del
Verdadero Dios por quien se vive…Deseo vivamente que se me erija aquí un
templo, para que en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa…”
Como Juan Bautista y fray Antonio, la Virgen se identifica con otro: el “Verdadero
Dios por quien se vive”. Quiere no slo convertir a los indígenas sino también
reconstruir un pueblo fuerte. Su estrategia es crear una gran sociedad por
presentarle a su hijo, Jesucristo. Habla de un templo pero tiene en cuenta los dos
significados de la palabra. El templo es el edificio en lo cual la gente encuentra a
Cristo. Como construcción se hace de ladrillo y argamasa. Pero también el templo
es la comunidad de fe. Así se forma de mujeres y hombres vivos, fuertes y
honrados. El hecho de que la construcción se hará en Tepeyac, un lugar sagrado
para los indígenas, indica el valor de su cultura. No es para destrozarse sino para
evangelizarse de modo que se vean las virtudes del pueblo antiguo en la nueva
comunidad.
“¿Quién eres tú?” nos preguntan a nosotros hoy en día. También nos encontramos
en ambiente desértico. Ciertamente no queremos decir una tierra que se priva de
agua sino un pueblo que falta la disciplina y la solidaridad. En los Estados Unidos
más bebés nacen a latinas no casadas que a tal mujeres de cualquier otra raza.
También preocupante los latinos encabezan al país en los jóvenes que no terminan
la secundaria. “¿Quién eres tú?” entonces. Que respondamos con Juan, Antonio, y
la Virgen María: “Soy una voz en el desierto: enderecen el camino del Seor.” Que
no pongamos el corazón en el placer, el poder, y el prestigio. Más bien que
enseñemos a nuestros hijos el valor del compartir, la compasión y el coraje para
vivir como verdaderos discípulos del Señor Jesús.
Si para los mexicanos el rostro es la ventana del alma, entonces ven en la Virgen
de Guadalupe un alma de pura compasión. Sus ojos no son altaneros sino reflejan
la pobreza del indígena. Su tez no es blanca como la de los colonos sino morena
indicando la solidaridad con la gente. Su pelo largo, negro, propiamente peinado
muestra la fuerza de una joven lista para servir. Si vamos a construir una
comunidad nueva, siempre podemos contare con ella para el apoyo. Siempre
podemos contar con ella.
Padre Carmelo Mele, O.P.