“Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”
Lc 1, 39-48
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Levtio Divina
PARA CUALQUIER ALMA, EL CONTACTO CON LA VIRGEN SANTA ES UN CONTACTO
QUE PURIFICA Y SALVA
En esta fiesta, más que hablar de María, sentimos el deseo de acercamos a ella para que nos
introduzca en el misterio de su virginidad, que es un misterio de silencio; en el misterio de su
inocencia absoluta, que es un misterio de gozo.
María ya está revestida con vestiduras de salvación, tiene su vestido blanqueado en la sangre
del cordero antes de su nacimiento. El Padre, de algún modo, la ha bautizado de antemano en
el misterio de la muerte y resurrección de Cristo para presentarla al mundo tota pulcra, toda
hermosa. La fascinación de María está en ignorar su propia belleza: su humildad, su
transparencia que la hacen vivir mirando fuera de sí misma, toda donación.
María, virgen y madre, imprime al misterio cristiano su aspecto más sugestivo y fascinante; es
un nostálgico reclamo a la pureza, a la inocencia. Incluso el hombre más experimentado en el
mal difícilmente puede sustraerse a la fascinante atracción de la inocencia y la virginidad.
Nuestro amor a María esencialmente debe traducirse en el deseo de vivir profundamente,
sinceramente, su misterio; deseo siempre más vivo, más hondo, de sumergirnos en su pureza,
como un bautismo en su inocencia para salir purificados, revestidos con vestiduras de
salvación.
Para cualquier alma, el contacto con la Virgen santa es un contacto que purifica y salva. De
algún modo, es ya un contacto con la humanidad del Señor que tomó carne en ella. Nosotros,
que nos sentimos tan pobrecillos y frágiles, debemos lograr, por la fe, descubrir cada vez más
el milagro de la presencia de María entre nosotros.
ORACION
Oh María, toda santa, todo el paraíso se goza en ti. Con tu belleza consoladora reafirma
nuestro corazón para que sepamos comprender la esperanza a la que Dios nos ha llamado, el
tesoro de gloria que nos espera en la eterna comunión de los santos.
Oh María, icono de la interioridad, te miramos en tu humilde y fiel permanecer recogida bajo la
mirada de Dios, abandonada al poder del Altísimo. Por tu maternal intercesión haz que se
derrame abundantemente la gracia del Señor sobre nosotros que contemplamos el inefable
misterio de tu belleza, para vivir también nosotros profundamente, allí donde mana con perenne
juventud la fuente del amor.
Oh Virgen purísima, que nos has engendrado en el Hijo unigénito de Dios, hijos tuyos de
adopción, enséñanos el camino de la caridad sincera, del humilde servicio y del celo infatigable,
para que también nuestra vida sea fecunda en la gracia a fin de que todos lleguemos a la
presencia del Altísimo «santos e irreprochables por el amor».