Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Adviento,
Semana No. 3, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Cielos, destilad el rocío * Anunciad a Juan lo que habéis
visto y oído
Textos para este día:
Isaías 45,6-25:
"Yo soy el Señor y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de
la paz, creador de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Cielos, destilad el
rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella
germine la justicia; yo, el Señor, lo he creado."
Así dice el Señor, creador del cielo _él es Dios_, él modeló la tierra, la fabricó y la
afianzó; no la creó vacía, sino que la formó habitable: "Yo soy el Señor, y no hay
otro. No hay otro Dios fuera de mí. Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay
ninguno más. Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy
Dios, y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una
palabra irrevocable: "Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua";
dirán: "Sólo el Señor tiene la justicia y el poder". A él vendrán avergonzados los
que se enardecían contra él; con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de
Israel."
Lucas 7,19-23:
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: "¿Eres tú
el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Los hombres se presentaron a
Jesús y le dijeron: "Juan, el Bautista nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el
que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?""
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos
espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados:
"Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan,
los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres
se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí."
Homilía
Temas de las lecturas: Cielos, destilad el rocío * Anunciad a Juan lo que habéis
visto y oído
1. No Hay Otro Dios
1.1 Para nuestros oídos acostubrados a oír de la bondad de Dios puede resultar casi
escandaloso lo que hemos escuchado hoy: "Yo soy el artífice de la luz y el creador
de las tinieblas, el autor de la felicidad y el hacedor de la desgracia; yo, el Señor,
hago todo esto." La pregunta es si puede confiarse en un Dios del que salen tanto
cosas buenas como malas.
1.2 Pero el sentido del texto no es que estemos bajo el imperio del capricho de un
Dios que, porque lo puede todo, no admite reclamo en contrario. El sentido es más
bien: "No vale que busques en las tinieblas un dios distinto de mí, ni vale que en
horas de desgracia te apartes de mí."
1.3 En efecto, este Dios, que es único y que no admite comparación, no nos invita a
una apuesta a ciegas sino que dice a pocos renglones de la frase ya citada: "Fuera
de mí no hay otro Dios. Soy un Dios justo y salvador y no hay otro fuera de mí.
Vuélvanse a mí y serán salvados, pueblos todos de la tierra, porque yo soy Dios y
no hay otro." En donde comprendemos dos cosas: que su soberanía no se detiene
porque haya ratos de oscuridad o calamidades dolorosas, y que su plan final a favor
de nosotros y de todos los pueblos es salvación y sólo salvación.
2. ¿Dudaba Juan?
2.1 La pregunta que Juan manda a decir a Jesús en el evangelio de hoy nos deja
con una inquietud a nosotros: ¿dudaba Juan? Es posible que, como ser humano que
era, agobiado además por una prisión injusta y cruel, hubiera llegado al extremo de
sus fuerzas y se preguntara si todo había valido la pena. O es posible que en un
acto supremo de heroico desprendimiento haya enviado a sus discípulos sólo para
que estos se convencieran de quién era aquel a quien ahora debían seguir. La
pregunta en todo caso sirve de ocasión para que Cristo haga hablar no a sus labios
sino a sus manos, pues son las obras de amor y salvación las que proclaman aquí
quién es el Señor.
2.2 Puede extrañar la frase final de lo que dice Jesús, "Dichoso el que no se
escandalice de mí." Recordemos que "escandalizarse" según el sentido original del
término es "tropezar," esto es, encontrar algo que impide seguir avanzando o
creyendo. ¿Y cómo puede Cristo ser motivo de escándalo? Puede serlo porque la
audacia de su amor y las exigencias de su seguimiento pueden parecer excesivas.
Reconocer que Cristo es admirable no es difícil; reconocer en él la Palabra que
define mi vida y el juez de mi existencia no es obvio, y necesitamos auxilio de lo
Alto para no equivocarnos, o como dice Cristo, no "escandalizarnos."