“Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él”.
Mt 21, 28-32
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA SUMA IMPORTANCIA DE LA HUMILDAD COMO CUALIDAD NECESARIA DE
LA FE
La parábola de los dos hijos es una severa admonición para mí si, como el primer hijo,
respondo afirmativamente, pero luego no vaya trabajar a la viña. Debo hoy poner
sobre el tapete mis incoherencias y la obediencia meramente formal, cuando
antepongo a las exigencias del evangelio mi pequeño «yo». El riesgo no es sólo el no
cumplimiento, sino también el reducir mi justicia moral y religiosa a una imagen de
fachada, mientras mi corazón olvida la amorosa inquietud de la búsqueda sincera de
la voluntad de Dios.
Resulta por tanto importante la contemplación del paradójico estilo de nuestro Dios,
que llama a la conversión incluso a los más lejanos y derrama sus bendiciones a los
pobres, a los que sólo confían en él sin poder presumir de sí mismos ni de sus
méritos. La parábola evangélica de los dos hijos diversos me interpela sobre la suma
importancia de la humildad como cualidad necesaria de la fe que da acceso al reino
de Dios. Y, por otra parte, esta dura palabra evangélica me llena también el corazón
de gratitud, recordándome que Dios ama a los que no se apoyan en sus propios
méritos, sino que, confiando sólo en su misericordia y su fidelidad, están dispuestos a
cambiar realmente de vida.
ORACION
Tu Palabra hoy nos fustiga y nos consuela. Nos fustiga porque cuando nos invitas a
trabajar en tu viña, como el hijo mayor de la parábola, con frecuencia respondemos:
«Sí, Señor»; pero luego no vamos. Estamos demasiado ocupados y preocupados por
nuestro «yo» para estar de veras disponibles a buscar sinceramente tu voluntad.
Socórrenos con tu Espíritu, para que podamos velar sobre nosotros mismos con el fin
de que nuestra adhesión a tu voluntad no se reduzca a palabras hueras.
Pero, además de fustigamos, tu Palabra nos consuela, porque nos recuerda que
incluso a aquel que esté más aferrado al mal le quieres dirigir una palabra de
salvación dándole la oportunidad de arrepentirse, de cambiar de vida, de romper con
la obstinación del corazón.
Con humildad y confianza acudimos a ti, Dios que ama a los que no confían en sus
propios méritos, y confiamos únicamente en tu misericordia y fidelidad.