Encuentros con la Palabra
Domingo III de Adviento – Ciclo B (Juan 1, 6-8.19-28)
“Abran un camino derecho para el Señor”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Cuando visité por primer vez la vereda Taracué, en el municipio de San Pablo, al sur del
departamento de Bolívar, viajé montado en la parte de atrás de un viejo camión de
estacas, compartiendo el espacio con un buen grupo de niños y niñas, acompañados por
sus padres, los bultos de comida, los barriles de gasolina, las gallinas, la carne colgada de
las barandas. Muy lentamente fuimos recorriendo los quince o veinte kilómetros que
separan la vereda del casco urbano. El camión se balanceaba de un lado para el otro,
sobrepasando los huecos más impresionantes y hasta algunas quebradas bastante
caudalosas.
Recuerdo que al llegar, nos explicaron que todavía nos faltaba por recorrer a pie un buen
trecho, pues la carretera estaba todavía en construcción. Caminamos una hora más hasta
la escuela de la vereda, donde nos íbamos a hospedar con mi compañero de misión. Yo
estaba recién ordenado y celebré allí mi primera semana santa en medio de una
comunidad que iba naciendo entre las plantaciones de coca y los grupos guerrilleros que
controlaban la zona.
Algunos meses después, volvimos a Taracué para celebrar la Navidad y nos encontramos
con que la carretera había avanzado hasta la orilla de la quebrada, de aguas
transparentes, que lleva el mismo nombre de la vereda, donde está la escuela. Los
campesinos de la región, a punta de pico y pala, habían abierto la montaña para que los
carros pudieran llegar más cerca de sus casas que, de todos modos, seguían estando a
dos y tres horas de camino. Tuvieron que romper los cerros, sobrepasar las cimas,
construir puentes y rellenar en otros sitios el terreno para tratar de hacer un camino
transitable. Los campesinos nos contaban que en un recodo del camino tuvieron que
luchar a brazo partido con una enorme roca que les impedía el paso. Sólo cuando
consiguieron un poco de dinamita, pudieron sobrepasar aquella dificultad y terminar el
trayecto hasta la quebrada. Hoy todavía es una carretera que sólo permite el paso de
carros con doble tracción o camiones con mucha fuerza. Y, sobre todo en épocas de
lluvia, aunque sigue conservando el nombre, se parece poco a lo que debería ser una
carretera como Dios manda.
Juan el Bautista anuncia la llegada del Señor sirviéndose de las palabras del profeta
Isaías, que invitaba a su pueblo a abrir “un camino derecho para el Seor”. El texto de
Isaías sigue diciendo: “Rellenen todas las cañadas, allanen los cerros y las colinas,
conviertan la regin quebrada y montaosa en llanura completamente lisa”. Cada uno de
nosotros sabrá qué implicaciones tiene esto en nuestras relaciones con los demás y con
Dios. Qué cañadas tenemos que rellenar, qué cerros y qué colinas tenemos que allanar,
qué puentes tenemos que construir para permitir que el Señor llegue hasta nosotros.
Este tiempo de Adviento es un tiempo propicio para abrir nuestros caminos, arreglarlos,
mejorarlos. Así como los campesinos de la vereda Taracué, al sur de Bolívar, tenemos
que prepararnos para que el Señor pueda llegar hasta nosotros y regalarnos con sus
dones en esta Navidad. Ojalá no sea necesario usar la dinamita...
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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